Página:El rey de las montañas (1919).pdf/235

Esta página no ha sido corregida
231
 

piraba por John Harris era la hija del Rey de las montañas!

Deduje por lo bajo que el rapto se habia verificado sin violencia.

El chibudgi volvió con un paquete de tela y un frasco lleno de una pomada amarillenta. El rey euró mis dos pies como practicante experimentado, e inmediatamente sentí cierto alivio. Hadgi Stavros constituia en este momento una bonita materia de estudio psicológico. Habia tanta brutalidad en sus ojos como delicadeza en sus manos. Tan suavemente arrollaba las bandas alrededor de mi pie, que apenas lo sentia; pero su mirada decia claramente:

¡Con qué gusto apretaria una cuerda alrededor de tu cuello!» Clavaba los alfileres con tanta destreza como una mujer; ¡pero con qué ganas no me hubiese plantado su puñal en medio del cuerpo!

Cuando el vendaje quedó colocado, extendió el puño hacia el mar, y dijo con un rugido salvaje:

—¡No soy ya Rey, puesto que no puedo satisfacer mi cólera! ¡Yo, que siempre he mandado, obedezeo a una amenaza! ¡El que hace temblar a un millón de hombres, tiene miedo! Se gloriarán de esto; lo contarán a todo el mundo. ¿Cómo imponer silencio a estos europeos charlatanes? Hablarán de ello en los periódicos, acaso en libros. ¡Bien hecho! ¿Por qué me he casado? ¿Acaso un hombre como yo debería tener hijos? Yo he nacido para machacar soldados, no para mecer niñitos. El trueno no tiene hijos; el cañón no tiene hijos. Si los tuviesen, nadie temeria al trueno, y las granadas se quedarian por el cami-