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a quien corresponde la Memoria del año. Doy 82 por 100.

— ¡Bravo! Mis ocho acciones me han producido más que mi sueldo de capitán. ¡Ah, padrino, qué oficio el mio!

¡Qué quieres! Tú serías bandolero a no ser por las ideas de tu madre. Siempre ha pretendido que carecías de vocación. ¡A tu salud! ¡A la de usted, señor alemán! Le presento a mi ahijado, el capitán Pericles, un joven muy simpático que sabe varias lenguas y accede a reemplazarme al lado de ustedes durante mi ausencia. Mi querido Pericles: te presento a este caballero, que es doctor y vale quince mil francos. ¿Puedes creer que este gran doctor, con todo su doctorado, no ha sabido todavia hacerse pagar su rescate por nuestras inglesas? El mundo degenera, pequeño; en mi tiempo valia más.

Dicho esto, se levantó ágilmente y corrió a dar algunas órdenes para la partida. ¿Era el placer de entrar en campaña, o la alegría de haber visto a su ahijado? Parecia completamente rejuvenecido; tenia veinte años menos, reía, bromeaba, sacudia su majestad real. Nunca hubiera supuesto que el único acontecimiento capaz de regocijar a un bandido fuese la llegada de los gendarmes. Sófocles, Basilio, el corfiota y los otros jefes llevaron por todo el campamento las órdenes del Rey. Pronto estuvieron todos dispuestos a partir, gracias a la alarma de la mañana. El joven ayudante Spiro y los nueve hombres elegidos entre los gendarmes cambiaron sus uniformes por el traje pintoresco de los bandidos.

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