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gos. Tienen largos bigotes y fusiles de pistón. Ellos son, créamelo usted, los que nos sacarán de aqui.

El corfiota se presentó oportunamenente para ahorrarme la respuesta. Traia a la doncella de las damas. Era una albanesa bastante guapa, a pesar de su nariz chata. Dos bandidos que vagaban por la montaña la habían cogido cuando iba muy peripuesta entre su madre y su novio. Chillaba como para partir las piedras; pero la consolaron prometiéndole soltarla dentro de quince dias y pagarla. Ella aceptó la situación valerosamente y se alegró casi de una desgracia que debía acrecentar su dote. ¡Afortunado pais donde las heridas del corazón se curau con duros! Esta filosófica sirviente no fué de gran utilidad a la señora Simons: de todos los trabajos de su sexo no conocia más que la labranza. En cuanto a mi, me hizo la vida insoportable por la costumbre que tenia de mascar, por golosina y por coqueteria, un diente de ajo, como las señoras de Hamburgo se divierten comiendo bombones.

El dia acabó sin otro accidente. El siguiente nos pareció a todos de una longitud intolerable. El corfiota no se alejaba de nosotros un paso. Mary—Ann.y su madre buscaban a los gendarmes por el horizonte y no veian venir a nadie. Yo, que estoy acostumbrado a una vida activa, me consumía en la ociosidad.

Hubiese podido vagar por la montaña y herborizar, bien custodiado. Pero cierto no sé qué me retenia cerca de las damas. Por la noche dormia mal; mi proyecto de evasión brotaba obstinadamente en mi cabeza. Había advertido el sitio en que el corfiota