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del reino con el estado aproximativo de sus bienes, muebles e inmuebles. En cuanto a los extranjeros que desembarquen en nuestro pais, un agente establecido en cada puerto me informaría de sus nombres, su itinerario y, hasta donde fuese posible, de su fortuna. De esta manera sabria lo que cada uno puede darme, y no estaria expuesto a pedir demasiado o demasiado poco. Estableceria en cada camino un puesto de empleados limpios, bien educados y bien vestidos, porque, al fin y al cabo, ¿para qué espantar a los clientes con un traje chocante y una cara avinagrada? En Francia e Inglaterra he visto ladrones elegantes hasta la geración; ¿hacian por eso peor sus negocios?

»Exigiría a todos mis subordinados modales exquisitos, sobre todo a los empleados en el departamento de las detenciones. Tendria para los prisioneros de calidad, como ustedes, alojamientos cómodos, bien aireados y con jardines. Y no crean ustedes que les costaria más caro; ¡al revés! Si todos los que viajan por el reino cayeran necesariamente en mis manos, podria imponer al excursionista una suma insignificante. Que cada indigena y cada extranjero me dé tan sólo un cuarto por ciento, según la cifra de su fortuna: mis beneficios estarán en la can—tidad. Entonces el bandolerismo no será más que un impuesto sobre la circulación; impuesto justo, porque se impondrá proporcionalmente; impuesto normal, porque se la ha venido percibiendo desde los tiempos heroicos. Lo simplificaremos, si es preciso, por abonos anuales. Mediante el pago de tal suma.