Página:El rey de las montañas (1919).pdf/115

Esta página no ha sido corregida
111
 

tamboril se habia vuelto sordo a fuerza de oir chillar al flautin. Los bailarines se habian quitado los zapatos para estar mâs ligeros. Se agitaban sin cambiar de sitio, y hacian crujir sus huesos, poco más o menos, al compás. De cuando en cuando, uno de ellos abandonaba el baile, bebia una copa de vinc, mordia un pedazo de carne, disparaba un tiro y volvía al baile. Todos estos hombres, excepto el Rey, bebian, comían, daban alaridos y saltaban; no oi reir a uno solo.

Hadgi—Stavros se disculpó galantemente de habernos despertado.

—No tengo yo la culpa, sino la costumbre. Si el 1.º de mayo pasase sin tiros, estas buenas gentes no creerían en el retorno de la primavera. Yo no tengo aquí más que criaturas sencillas, criadas en el campo y apegadas a los viejos usos del pais. Los educo lo mejor que puedo; pero me moriré antes de haberlos hecho finos. Los hombres no se funden de nuevo en un día, como los cubiertos de plata. Yo mismo, aqui donde ustedes me ven, he encontrado gusto en estas diversiones groseras: he bebido y bailado como otro cualquiera. No conocía aún la civilización europea: ¿por qué me habré puesto tan tarde a viajar?

Daria mucho por ser joven y no tener más que cincuenta años. Tengo ideas de reforma que no serán nunca realizadas, porque me veo, como Alejandro, sin un heredero digno de mi. Sueño con una organización nueva del bandolerismo sin desorden, sin turbulencias y sin ruido. Pero no me secundan. Debería tener el censo exacto de todos los habitantes