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y el primero de mayo: doble fiesta. El ruido que han escuchado ustedes es la señal de las diversiones, Son más de las doce; hasta mañana a la misma hora nuestros compañeros van a beber vino, a comer carne, a bailar la Romaica y a quemar pólvora. Si ustedes quisieran ver este hermoso espectáculo, me darían una alegría. Les vigilaria más agradablemente alrededor del asado que al borde de la fuente.

— ¡Usted miente! —dijo la señora Simons—. ¡Son los gendarmes!

—Vamos a ver—añadió Mary—Ann.

Yo les segui. El estruendo era tan grande que debíamos renunciar a dormir. Nuestro guía nos hizo atravesar el gabinete del Rey y nos mostró el campamento de los ladrones, alumbrado como por un incendio. De trecho en trecho ardian pinos enteros.

Cinco o seis grupos, sentados en torno del fuego, asaban cabritos ensartados en palos. En medio de la multitud, una fila de bailarines serpenteaba lentamente al sonido de una música espantosa. Los tiros partían en todas las direcciones. Uno vino en la nuestra, y oi silbar una bala a algunas pulgadas de mi oido. Supliqué a las damas que apretaran el paso, esperando que al lado del Rey estaríamos más lejos del peligro. El Rey, sentado sobre su eterna alfombra, presidia con solemnidad las diversiones de su pueblo. En torno suyo, los pellejos se vaciaban como simples botellas; los cabritos se cortaban como perdices; cada convidado tomaba una pata o un lomo y se lo llevaba en la mano. La orquesta estaba formada por un tamboril sordo y un flautin chillón; el