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EL PROBLEMA FEMINISTA

sica bajo una falsa idea de museo escultórico. Si se le enseñara la historia como es, vería que la misma injusticia abarca todos los ramos de la actividad humana. Pero esto resultaría incómodo para los moralistas felices que predican el encanto del dogma de obediencia. Todos hemos asistido en nuestros libritos de lectura primaria a la consabida escena en que el niño rico y anémico encuentra durante un paseo por la campaña al rozagante labradorcillo que le ofrece huevos frescos y flores, repleto de salud, aunque no tiene vestidos lujosos, juguetes caros ni carroza: todo ello para sacar en consecuencia que el campesino pobre disfruta una condición superior a la del ciudadano rico, y debe, por lo tanto resignarse a su suerte. Mas, fuera de que hasta hoy no se ha visto un rico de la ciudad trocar sus "detestables" millones y su "pompa engañosa" por las "delicias" de la miseria labriega, mientras abundan los campesinos que han hecho y aspiran muy justamente a hacer lo contrario, las estadísticas están ahí enseñándonos que la mortalidad infantil es mucho más numerosa en la campaña.

Al mismo género de mentiras pertenece la aserción en cuya virtud los beneficios