E
s difícil concebir lección de cosas más terrible que una visita a las ferias de reventas autorizadas en todas las grandes capitales para el comercio de viejo, o mejor dicho, para el mercado de la miseria; pues no otra cosa significa esa valorización de los más innobles desechos, codiciados y adquiridos por criaturas humanas cuya condición resulta más degradada todavía.
La sociedad, sin saberlo, ni quererlo, por la propia fatalidad lógica del móvil que principalmente la impulsa, viene, así, a juzgarse y a sentenciarse. Después de haber erigido en principio fundamental el comercio, vése obligada a respetarlo bajo sus aspectos más innobles, con tal que ellos comporten una transubstanciaciónen dinero; pues este elemento, al igual del fuego sagrado, todo lo purifica y ennoblece. Fuera tiránico, sin duda, impedir que el propietario de una ropa usada o de un