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LEOPOLDO LUGONES
mo entienden los políticos la consabida cantilena del bien público.
Todo ello no será obstáculo para que las sufraguistas consigan su propósito. Esto nada remediará, pero es ciertamente inevitable. Tengo observado que entre los propagandistas dominicales del Hyde Park, sus oradoras reunen el auditorio más nutrido. El día que puedan votar, sus adherentes, desengañadas de la falacia política, habrán consumado el desengaño público respecto a ese ídolo infantil y vano cuyo vientre inflado de boletas pare siempre el mismo ratón. Bajo este concepto, es preferible que lo consigan cuanto antes. La política se pondrá más divertida, lo cual no es poco decir, tratándose de profesión tan ingrata para el pueblo que la costea.
Londres. 1913