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LEOPOLDO LUGONES

rio constituye la dicha individual y social en un común resultado de armonía. Fuera de esto, no hay sino egoísmo y esterilidad: vida inútil, como lo es toda fuerza obligada a actuar en círculo vicioso. La mujer competidora del hombre, es un contrasentido, según lo demuestran las mismas consecuencías de esa pretendida emancipación. El movimiento feminista, blasona de hostilidad contra el hombre, el aislamiento sexual, la capacidad quimérica de vivir sin su concurso, es decir, el suicidio de la especie como término de tan absurda evolución.

Pero la superioridad de la especie humana, consiste en que ella es voluntaria y racionalmente capaz de vivir para un ideal desinteresado, en ese sacrificio permanente del bienestar individual a la felicidad colectiva, que es el fundamento del progreso social. Así vive la mujer para el hijo y el hombre para la patria; así es como únicamente pueden ambos vivir, en el concepto humano de esta palabra, sin estar sometidos a la fatalidad del instinto. Por lo mismo que el ser humano puede, con su voluntad y su inteligencia, modificar el resultado de sus actos a semejanza del animal, la diferencia entre éste y aquél es absoluta. De ahí proviene la responsabili-