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EL PRINCIPE

con quien se junta, aunque él quede despues a su discrecion y ella sea muy poderosa, no tendrá que temerla, porque le quedará reconocida y habrá formado con la mísma estrechos vínculos de amistad. No son los hombres tan imprudentes que den a menudo ejemplos de una ingratitud igual a la que resultaría de oprimirte en semejantes circunstancias; ademas de que nunca son tan prósperas y cumplidas las victorias que permitan al vencedor faltar impunemente tanto a la consideracion de sus aliados y al miramiento que siempre se debe a la justicia. Si, por el contrario, fuere vencido aquel por quien te declarares, no podrá olvidar el beneficio que le hicieres; y si llega algun dia a mejorar de fortuna, podras contar recíprocamente con su auxilio, habiéndose hecho, en cierto modo, compañero de tu fortuna.

En el otro caso, es decir, si las potencias que están en guerra no pueden inspirarte temor, sea quien quiera el que venza, la prudencia te aconsejará igualmente que te declares a favor de una de ellas; pues de este modo concurrirás a la ruina de la otra, sirviéndote de auxiliar la primera, que, si fuera discreta, debería salvarla. Como será imposible que aquella no triunfe con tu auxilio, su victoria lo dejará tambien sometida a tu discrecion.

Obsérvese aquí que, habiendo un príncipe de acometer a otros, debe huir de toda alianza con quien sea mas poderoso que él, no obligándole a hacerla la necesidad, como llevo dicho mas arriba; porque, si este vence, quedarás en cierto modo sometido a su poder: situacion violenta que debe evitar todo el que aprecia como debe su independencia. Así es como se perdieron los Venecianos, por haberse aliado sin necesidad a la Francia contra el duque de Milán. Los Florentinos no fueron tan reprensibles en haber abrazado el partido del papa y del rey de España, luego que marcharon las tropas de estos contra la Lombardía, porque obedecian a la dura ley de la necesidad, segun ya he probado antes. Por último, no hay un partido perfectamente seguro, y muchas vezes tan solo se evita un peligro para caer en otro mayor. La prudencia humana sirve solamente para escojer el menos perjudicial de los males conocidos [1].

Los príncipes deben honrar mucho el talento, y protejer las artes, especialmente el comercio y la agricultura. Importa sobre todo inspirar seguridad a los labradores contra la opinion que suelen tener de que serán recargados con tributos y despojados de sus tierras después que las hayan mejorado por medio de un buen cultivo. Últimamente el príncipe no se descuidará en ciertos tiempos del año en dar al pueblo fiestas y espectaculos [2], ni faltará a honrar con su presencia las juntas de los diferentes gremios de oficios, desplegando en todas estas ocasiones la magnificencia propia del trono, y dando muestras de bondad, sin comprometer la dignidad del rango a que se ha elevado.


Exámen.

Este capítulo de Maquiavelo contiene algo bueno y mucho malo. Trataré, primeramente, de señalar sus principales errores; confirmaré despues lo que

  1. El famoso frai Pablo Sarpi decía: «En todas las cosas de este mundo he observado que nada lleva mas apriesa al peligro, que el escesivo cuidado de apartarse de él, y que la demasiada prudencia dejenera en imprudencia ordinariamente.
  2. Mas bien contenian los romanos a los pueblos sometidos procurándoles placeres, que destrozándolos con las armas. Agrícola domó la ferozidad de los ingleses por medio del lujo; de modo que llamaban moderacion y dulzura al arte que empleaba para esclavizarlos. De este mismo modo obraba Augusto. El pueblo que gusta de placeres celebra que concurra a ellos el príncipe, para tenerle por compañero en cierto modo. Cuando llegaba el tiempo de la eleccion de les cónsules, se metía Vitelio como un particular, entre los pretendientes, y procuraba ganarse los votos y el afecto del pueblo, presidiendo las funciones del teatro y del circo. (Tácito.)