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EL PRINCIPE

este estado de cosas, obligaron a los príncipes a construir fuertes castillos en las alturas de las ciudades, a fin de intimidar por este medio a los habitantes. Pero desde aquel siglo bárbaro, sea que los hombres han llegado a cansarse de destruirse unos a otros, o sea que los reyes ejercen en sus estados un poder mas lato o mas despótico, ello es cierto que no se oye hablar ya de revoluciones; como si el espíritu turbulento de los pueblos exijiese algunos siglos de reposo, despues de tantos siglos de actividad. De modo que los reyes no necesitan hoy construir castillos y fortalezas para mantener la tranquilidad pública.

No sucede asi con las fortificaciones que sirven para guarecerse de los ataques del enemigo. Las murallas, como los ejércitos, son de grande utilidad para los reyes, porque, si las tropas son necesarias para trabar combates, las murallas son utiles para poner al soldado, en caso de una derrota, bajo el amparo de sus cañones; y si el enemigo emprende un sitio, y el jeneral derrotado sabe rehacerse a tiempo, podrá oponerle una tenaz resistencia, y aun obligarle a abandonar su empresa.

En las últimas guerras de Flandes, entre alemanes y franceses, no se hacían grandes progresos por la multitud de plazas fuertes que hay en aquel pais. Para apoderarse de una o dos ciudades se daban batallas de cien mil hombres; y sucedia que en la campaña subsiguiente, reparadas las fuerzas de los belijerantes, volvían a disputarse lo que había quedado decidido en el año anterior. En los países erizados de fortalezas, un ejército formidable, aunque cubra en marcha una legua de terreno, tendrá que pelear treinta años seguidos; y por mucho que la suerte le favorezca, habrá de ganar veinte batallas para posesionarse de cinco leguas de terreno. Por el contrario, en los países llanos e indefensos, la suerte del conquistador depende del exito de una o dos batallas campales. Alejandro, Cesar, Genjisckan y Carlos XII adquirieron tan rapidamente sus laureles porque no hallaron sinó pocas plazas fuertes en los países que conquistaron. El vencedor de la India solo tuvo dos sitios que emprender durante sus gloriosas campañas; Carlos XII en Polonia no luchó tampoco con muchos obstáculos de este jénero. El príncipe Eujenio, Vilars, Marlborough y Luxenbourg eran tambien grandes capitanes; pero pelearon contra multitud de fortalezas que les disputaban una parte de la gloria que adquirían. Los franceses conocen demasiado bien la utilidad de las fortificaciones, porque desde el Brabante hasta el Delfinado han construido una doble cadena de plazas fuertes. La frontera de Francia lindante con la Alemania es como la boca abierta del leon, que nos presenta dos hileras de formidables dientes prontos a devorar su presa.

Esto basta para demostrar la grande utilidad de las plazas fortificadas.



CAPITULO XXI

Porqué medios consigue un príncipe hacerse estimar.

Nada influye tanto en que un príncipe sea estimado como las grandes empresas, y en jeneral las acciones estraordinarias. A Fernando V, hoy dia reinante en España, se le puede mirar como un príncipe nuevo, puesto que de simple rey de un estado pequeño ha llegado a ser por su grande reputacion y gloria el primer rey de la cristiandad. Si se consideran sus acciones, se hallará en todas ellas un carácter de elevacion tan estraordinario, que algunas parecen ya desmesuradas.