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EL PRINCIPE

he dicho, porque, cuando el partido que necesita halagar y tener a su favor está viciado, ya sea el pueblo, ya los grandes o la milicia, es indispensable contentarlo a cualquier costa, y renunciar desde luego a obrar bien.

Pero volvamos a Alejandro (Severo), de cuya clemencia han hecho muchos elojios los historiadores, y no obstante fue menospreciado por su molicie, y porque se dejó gobernar de su madre. El ejército conspiró contra este príncipe, tan bueno y tan clemente, que en el discurso de catorce años de reinado a nadie condenó a muerte sin juzgarle; y con todo eso pereció a manos de sus soldados. Por otra parte, Cómodo, Septimio Severo, Caracala y Maximino, habiéndose entregado a todo linaje de escesos por contentar la avaricia y crueldad de las tropas, no tuvieron mejor suerte, si de ellos esceptuamos a Severo, que reinó pacíficamente. Pero este príncipe, aunque oprimió al pueblo por captarse la benevolencia de la milicia, poseía otras muchas escelentes prendas que le granjeaban el afecto y la admiracion de uuos y otros. Mas como de simple particular ascendió al imperio, y por esta razon puede servir, de modelo a los que se encuentren en iguales circunstancias, me parece conveniente decir en pocas palabras como supo tomar alternativamente la figura del leon y la de la zorra, animales de cuyas propiedades ya he hablado.

Conociendo Severo la cobardía del emperador Juliano, persuadió al ejército que mandaba en Iliria, de que era preciso ir a Roma para vengar la muerte de Pertinax, degollado por la guardia pretoriana. Bajo este pretesto, y sin que nadie sospechase que aspiraba al imperio, llegó a Italia antes que allí se tuviera noticia de su partida. De este modo entró en Roma y metió miedo al senado, que le nombró emperador, e hizo morir a Juliano; pero todavía le quedaban dos grandes obstáculos que superar para hacerse señor de todo el imperio. Pescenio Niger y Albino, que mandaban, el uno en Asia, y el otro en el Occidente, eran ambos competidores suyos, y el primero acababa tambien de ser proclamado emperador por sus lejiones. Viendo Severo que sin mucho riesgo le era imposible atacar a un tiempo a los dos, tomó el partido de declararse contra Niger, y engañar a Albino ofreciéndole que dividiría con él la autoridad; proposicion que este aceptó inmediatamente. Mas, apenas aquel hubo vencido y quitado la vida a Niger, pacificado el Oriente y vuelto a Roma, se quejó amargamente de la ingratitud de Albino; y acusándole de que habia intentado darle muerte, pretestó «que se hallaba obligado a pasar los Alpes, decía él, para castigarle por lo mal que habia correspondido a sus beneficios.» Llegó Severo a las Galias, y Albino, vencido, perdió a un tiempo la vida y el imperio.

Si se examina con atencion la conducta de este emperador, se verá que es muy dificil reunir en tan alto grado las fuerzas del leon y la astucia de la zorra. Supo al mismo tiempo hacerse temer y respetar del pueblo y de las tropas; por lo cual nadie estraña ver a un príncipe nuevo mantenerse en la posesion de tan vastos dominios, considerando que el afecto y la admiracion que se granjeaba, desarmaron el odio que debían haber escitado sus rapiñas [1]

Antonino Caracala, su hijo [2], poseia tambien muchas cualidades escelentes que le hacían querer de las lejiones, y ser respetado del pueblo: era buen soldado, enemigo constante de la molicie y del regalo, y por esto ídolo del ejército; pero llegó a tal punto su ferozidad que al cabo pueblo, milicia y hasta su propia familia concibieron contra él un odio irreconciliable.

  1. Segun lo que nos cuenta Dion del carácter de Septimio Severo, tuvo mas inclinacion a las ciencias que buena disposicion; pero fue firme e incontrastable en sus designios, lo preveía todo, y en todo pensaba. Amigo constante y jeneroso, así como enemigo violento y terrible, era por otra parte, doble, disimulado, embustero, pérfido, perjuro, codicioso, y todo lo que obraba era con relación a su interes personal.
  2. Caracala se mandaba llamar Antonino el Grande y Alejandro.