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Y ANTI-MAQUIAVELO.

 Pero, hallándose el príncipe al frente de su ejército y teniendo bajo sus órdenes una multitud de soldados, no debe hacer caso de que entre ellos se le tenga por cruel, respecto a que le será útil esta misma reputacion para mantener la tropa en la obediencia y para evitar toda especie de faccion.

Entre otras prendas admirables poseía Aníbal la de hacerse temer de sus soldados en tanto grado, que, habiendo conducido a pais estranjero un ejército numerosísimo, compuesto de todo linaje de jentes, no tuvo que castigar el menor desórden, ni la falta mas lijera contra la disciplina, ya siéndole la fortuna favorable, ya siéndole contraria; efecto que solamente puede atribuirse a su estremada severidad y a las demas dotes que le hacian respetar y ser temido del soldado, sin lo cual ni su injenio ni su valor le hubieran sido útiles.

Hay, sin embargo, escritores tan poco juiciosos en mi opinion, que, aunque hagan el debido elojio de las grandes empresas de Aníbal, no aprueban semejante máxima; pero nada le justifica tanto en esta parte como el ejemplo de Escipion, uno de los mayores capitanes que nos da a conocer la historia de Roma. La escesiva induljencia suya con las tropas que mandaba en España no produjo sinó desórdenes, y últimamente una insurreccion jeneral; por lo que Fabio Máximo le echó en cara delante del senado pleno, que había estragado la milicia romana. Habiendo dejado sin castigo el mismo general la bárbara conducta de uno de sus tenientes con los Locrienses, dijo un senador, para justificarle, que había hombres a quienes era mucho mas fácil no cometer yerros que castigarlos. Semejante esceso de induljencia hubiera con el tiempo deslucido la reputacion y gloria de Escipion, si hubiese continuado mandando y conservára las mismas disposiciones; pero, lejos de perjudicarle, redundó todo en mayor honra suya, porque vivía bajo el gobierno del senado.

Concluyo, pues (volviendo á mi primera cuestion acerca de si vale mas ser amado que temido), que, como los hombres aman por libertad o por capricho, y por el contrario, temen segun el gusto del que los gobierna, un príncipe prudente no debe contar sinó con lo que está a su disposicion; pero sobre todo cuide, segun ya tengo advertido, de hacerse temer, sin llegar a ser aborrecible.


Exámen.

El depósito mas precioso que se haya jamás confiado a los reyes es la vida de sus súbditos. El elevado cargo que desempeñan les da pleno poder para condenar a muerte o para perdonar a los criminales. Este poder sobre la vida de los hombres es para los buenos príncipes el mas pesado de los deberes de su ministerio; porque saben que son hombres como los demas, y que, si bien hay injusticias que tienen reparacion, una sentencia de muerte impremeditada es un mal irreparable. Por eso el soberano prudente no castiga jamás con severidad sinó para evitar mayores males; semejante al hombre que se deja cortar un miembro gangrenado, para impedir que se corrompa el resto de su cuerpo.

Esta materia, tan grave e importante, es para Maquiavelo de muy escasa entidad. La vida de los hombres le importa poco; el interes, único Dios que reconoce, es el móvil de sus acciones. Para él, la crueldad es preferible a la clemencia; y por eso aconseja, muy principalmente a los usurpadores, que no se arredren porque el mundo los llame crueles. Los heroes de Maquiavelo suben siempre al poder en hombros del verdugo, y solo con la ayuda del verdugo logran conservar su dominacion. El ejemplo de Cesar Borjia es siempre su refujio cuando defiende la crueldad.

En esta ocasion cita tambien el autor unos versos que pone Virjilio en boca