Página:El príncipe de Maquiavelo (1854).pdf/32

Esta página ha sido validada
32
EL PRINCIPE

El cardenal Mazarino siguió las huellas de Richeliu; y aunque tuvo que luchar con mil dificultades, logró llevar a cabo la empresa de su predecesor, despojando al Parlamento de sus prerogativas y reduciéndolo al estado de un mero fantasma, que rara vez da señales de vida sin tener que arrepentirse de ello.

La misma política que indujo a estos ministros a cimentar en Francia el despotismo absoluto, les sujirió la sagaz idea de alimentar la inconstancia y la lijereza características del pueblo frances, a fin de hacer menos peligrosas sus consecuencias. Mil ocupaciones frívolas, el libertinaje y los placeres embotaron hasta tal punto la índole nacional, que hoy vemos aquellos mismos hombres que combatieron tanto tiempo contra Julio César, que sacudieron tantas vezes el yugo de los emperadores romanos, que llamaron en su ausilio a los estranjeros en la época de los Valois, que se coaligaron contra Enrique IV, que se ajitaron y conspiraron en tiempo de las famosas minorías; esos mismos franceses, en fin, se ocupan hoy únicamente en seguir los caprichos de la moda, en variar los tipos del buen gusto, en despreciar hoy lo que ayer admiraron, en introducir la frivolidad y la inconsecuencia en todo cuanto de ellos depende, y en cambiar de un dia a otro sus costumbres, sus voluntades, sus placeres y sus queridas. No es esto todo: poderosos ejércitos y formidables fortalezas garantizan la posesion de este reino a sus soberanos, sin que hayan de temer, por ahora, las discordias intestinas ni las invasiones estranjeras.


CAPITULO V

Como han de gobernarse las ciudades o principados que, antes de ser conquistados, se rejían por sus propias leyes.

Tres medios tiene el conquistador para conservar los estados adquiridos en que concurren las circunstancias ya esplicadas, y que están acostumbrados a gobernarse por sus leyes particulares, bajo un gobierno liberal: el 1.° es destruirlos; el 2.° fijar su residencia en ellos; el 3.º dejarles sus leyes, exijirles un tributo y constituir un gobierno, compuesto de corto número de personas de confianza que mantengan en paz el país. Este gobierno, recien creado por el príncipe, sabe que no puede subsistir sin su poder y favor, y por consiguiente tiene interés en emplear esfuerzos de todas clases para mantenerse en la posesion del territorio. Se logra tambien mucho mas facilmente conservar una ciudad acostumbrada a gobernarse por sus propias leyes, destinando para su gobierno un corto número de sus propios ciudadanos, que por cualquier otro medio. Los Lacedemonios y los Romanos nos han dejado ejemplos de estos diferentes modos de contener a un estado.

Los primeros gobernaron a Atenas y a Tebas, estableciendo un gobierno compuesto de pocos: sin embargo, volvieron a perder estas dos ciudades.

Los Romanos para asegurarse de Capua, de Cartago y de Numancia, las destruyeron, y volvieron a perderlas.

Quisieron, por el contrario, poseer la Grecia, como la habían poseído los Espartanos, concediéndole su libertad y dejándole sus leyes; pero nada adelantaron por este medio, y al cabo se vieron en la precision de destruir muchas ciudades de aquella provincia para sujetarla; como que no hay ciertamente otro arbitrio mas seguro.

Cualquiera, pues, que llegue a hacerse dueño de una ciudad acostumbrada a gozar de su libertad, y no la destruya, debe temer que será destruido por