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Y ANTI-MAQUIAVELO

Maquiavelo mira las cosas bajo un solo punto de vista: la forma de los gobiernos. En su opinion el imperio de Turquía se mantiene por el sistema de la servidumbre y por el principio de dominacion esclusiva de un solo hombre; y de aquí deduce que el medio mas seguro que puede emplear un príncipe para reinar con tranquilidad y poder resistir vigorosamente los ataques de sus enemigos, es gobernar sus estados por un sistema despótico, esclusivo y sin trabas.

Cierto es que, en tiempo de Maquiavelo, los grandes y los nobles en Francia eran considerados como otros tantos pequeños soberanos que participaban hasta cierto punto del poder del príncipe. Esto daba lugar a discordias intestinas, alimentando el encono de los partidos y suscitando frecuentes rebeliones; y, sin embargo, no me atreveré a afirmar que el Gran Señor está menos espuesto a perder su trono que el rey de Francia. La diferencia que hay entre ambos es, que los emperadores turcos mueren generalmente ahorcados por sus jenízaros, y los reyes de Francia que han muerto asesinados, han sido víctimas de algunos fanáticos o de algun monstruo educado en la escuela del jesuitismo. Pero Maquiavelo alude a las grandes revoluciones, no a los acontecimientos parciales; y en este caso, aunque haya podido adivinar algunos resortes del complicado mecanismo político, paréceme que se ha olvidado de examinar los principales.

La diversidad de climas, la diferencia en los alimentos y en la educacion de los hombres, son causa de que estos vivan y piensen de distinto modo. Así, por ejemplo, un filósofo chino y un fraile italiano no parecen ser de la misma especie: el temperamento de un inglés sesudo, pero misántropo, dista mucho del de un español orgulloso y valiente; y querer hallar semejanza entre un frances y un holandes, es querer comparar la vivazidad del mono con la cachaza de la tortuga.

En todos tiempos se ha observado que el carácter distintivo de los pueblos orientales estriba eu ese espíritu rutinario que les mueve a seguir constantemente sus antiguos usos y costumbres. Su relijion, diferente de la de los europeos, les impide hasta cierto punto favorecer cualquier empresa de los que ellos llaman infieles, mucho mas si de ella pueden resultar perjuicios a su lejítimo soberano; y les prescribe evitar escrupulosamente todo lo que pueda atacar la integridad de la relijion misma o trastornar la forma de su gobierno. Estas son las circunstancias que contribuyen verdaderamente a la seguridad del trono en aquellos paises; no a la seguridad del monarca, porque el imperio siempre subsiste, pero los sultanes se han visto muchas vezes destronados.

Del mismo modo, si queremos hallar la causa de las continuas revoluciones que han trastornado la Francia, debemos buscarla muy principalmente en el carácter de sus habitantes, opuesto diametralmente al de los musulmanes. La lijereza, la inconstancia, son rasgos característicos de aquella amable nacion. Los franceses son revoltosos, libertinos y propensos a cansarse de todo. Su amor a la novedad se ha manifestado aun en las cosas mas graves y respetables. No parece sino que aquellos dos grandes ministros cardenales, tan pronto estimados como aborrecidos del pueblo francés, que gobernaron sucesivamente, quisieron poner en práctica las máximas de Maquiavelo con el solo objeto de rebajar el poder de los nobles; al par que supieron estudiar el carácter de sus gobernados, para evitar con acierto las frecuentes conmociones que amenazaban la ruina del poder real.

La política del cardenal de Richeliu iba esclusivamente encaminada a disminuir el poder de los grandes para aumentar la autoridad del rey, y fundar sobre ella, de un modo absoluto, el sistema gubernamental del Estado; y de tal modo lo consiguió, que ni aun vestijios quedan hoy en Francia de aquel poder señorial, a cuya sombra cometieron los nobles tantos escesos.