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El Principe

aun de lo que sería si solo considerásemos la violencia de sus actos; «puesto que huellan aquella ley primera que hicieron los hombres al elejir un gobierno que los protejiese, ley hecha precisamente contra los usurpadores [1].» No hay mas que tres medios lejítimos para hacerse dueño de un pais: o por sucesion, o por eleccion del pueblo, o por derecho de conquista, cuando se emprende una guerra justa y se toma posesion del territorio enemigo.

He aquí el eje sobre que han de jirar todas mis reflexiones en el curso de este libro.



CAPITULO II.


De los principados hereditarios.


No hablaré ahora de las repúblicas, habiéndolo hecho ya en otra obra con estension [2], y solo fijaré la consideracion en los principados, siguiendo las divisiones que acabo de indicar, para examinar el modo de gobernar y de conservar estos diferentes estados.

Es preciso convenir desde luego en que es mucho menos difícil mantener los estados hereditarios, acostumbrados a la familia de su príncipe, que los estados nuevos. En efecto, el príncipe hereditario no necesita mas que una capazidad regular para mantenerse siempre en sus estados; y no hay duda que lo conseguirá, sometiéndose a la imperiosa necesidad de los tiempos en que vive, y no saliendo voluntariamente del órden y método establecidos por sus predecesores, a no venir a despojarle una fuerza infinitamente superior: aun en este último caso podrá volver a recobrarlos a pocos reveses de fortuna que sufra el que los ocupe después de él. Tenemos un ejemplo de esto dentro de Italia en la persona del duque de Ferrara [3], el cual pudo resistir a los Venecianos en el año de 1484, y al papa Julio II, en el de 1510, solamente porque era un soberano antiguo en este ducado. El príncipe natural debe ser mas amado, no teniendo tanta ocasion y necesidad de vejar a sus súbditos; y es regular tambien que estos le tengan inclinacion, no haciéndose aborrecible por vicios estraordinarios. La misma antigüedad y duracion de un gobierno desvanece los deseos y disminuye las ocasiones de mudarle, porque toda mudanza tiene sus inconvenientes, y deja sentados los cimientos para otra nueva.

Exámen.

Los hombres tienen cierto respeto, que raya en supersticioso, hacia todo lo antiguo; y cuando el derecho de sucesion une su lejítima fuerza a esta influencia que ejerce sobre ellos la antigüedad, no hay yugo, por duro que sea, que no sobrelleven dócilmente. Asi es que estoy muy lejos de disputar a Maquiavelo lo que todo el mundo le concederá: «que los estados hereditarios son los mas fáciles de gobernar.»

Solo añadiré que los príncipes hereditarios logran comunmente mantenerse en sus tronos formando estrecha alianza, no solo con otros príncipes vecinos, sinó con las familias mas nobles y poderosas del estado, que casi siempre deben su prosperidad a la rejia munificencia, y cuya fortuna está tan enlazada con la

  1. Lo comprendido entre comillas indica las correcciones que hizo Voltaire a instancias de Federico II.
  2. En sus discursos sobre Tito Livio.
  3. Alfonso de Este, a quien Julio II escomulgó y quiso despojar de su ducado