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EL PRINCIPE

arriesgarlo todo por conquistarse poder y gloria; mientras que el soberano pacifico y circunspecto, si bien no es apto para ejecutar heroicas acciones, es mas a propósito para gobernar. El uno aventura sus estados; el otro los conserva; y para que cada cual en su esfera, pueda llegar a ser gran hombre, es preciso que venga al mundo en tiempo oportuno, sin lo cual sus talentos le serian mas perniciosos que útiles. Todo hombre que raciocina, y principalmente los que estan destinados a gobernar a los demas, deberian trazarse un plan de conducta tan lójico y razonado como una demostracion matemática: por este medio conseguirian ser siempre consecuentes en su modo de obrar, sin separarse de su objeto, y podrian aprovechar mejor las coyunturas y acontecimientos, encaminándolos al logro del fin meditado.

Pero esos príncipes de quienes exijimos tantos y tan raros talentos ¿no son hombres como los demas? Mientras no sean dotados de una naturaleza superior a la humana, es imposible que llenen todos sus deberes con la perfeccion deseada. Mas facil es encontrar el Fenix de los poetas o las unidades de los metafísicos que el hombre de Platon. Justo es, pues, que los pueblos se contenten con los esfuerzos que hacen sus soberanos para hacerse dignos de su elevado cargo, y que toleren sus defectos, cuando esten compensados con buenas cualidades y sanas intenciones. Nada es perfecto en el mundo; la flaqueza y el error son propiedades inseparables del hombre. El príncipe mas perfecto sería aquel que menos se asemejase al príncipe de Maquiavelo; y el país mas dichoso sería aquel en que existiese una mutua induljencia entre el soberano y sus súbditos, que haría revivir entre ellos ese amoroso espíritu de confraternidad, sin el cual la vida es una carga pesada y el mundo un valle de amarguras.


CAPITULO XXVI [1]

Exhortacion para libertar la Italia del yugo de los estranjeros.

Cuando repaso las materias que contiene este libro, y me detengo a examinar si las circunstancias en que nos hallamos serán o no favorables para el establecimiento de un gobierno nuevo, que fuese tan ventajoso para Italia, como honroso a su autor, me parece qne no ha habido ni habrá tiempo mas oportuno de llevar a ejecucion una empresa tan gloriosa.

Si fue preciso que el pueblo de Israel estuviera esclavizado en Ejipto para apreciar las raras prendas de Moisés; que los Persas jimiesen en la opresion de los Medos para conocer todo el valor y la magnanimidad de Ciro; en fin, si los Atenienses no hubieran percibido tan vivamente la importancia de los beneficios de Teseo, a no haber esperimentado los males inherentes a la vida errante y vagamunda; ha sido necesario tambien que, para apreciar el mérito y talento de un libertador de Italia, se viera nuestro infausto pais maltratado mas cruelmente que la Persia; que sus habitantes hayan estado mas dispersos que los Atenienses; y en fin, que hayan vivido sin leyes y sin jefes, saqueados, divididos y esclavizados por los estranjeros.

Alguna vez, en verdad, han aparecido varones de un mérito tan singular, que pudiera habérseles creido enviados por Dios para libertarnos; pero no parece tambien sino que la fortuna celosa se empeñó en abandonarlos en la mitad

  1. Este capítulo está suprimido en varias traducciones a diversos idiomas; pero nosotros hemos creido conveniente no mutilar en nada la obra.