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Y ANTI-MAQUIAVELO.

Esta clase de acontecimientos suceden, pero no con frecuencia; ni es bastante su autoridad para desacreditar por completo la prudencia y la penetracion de los hombres. Son como las enfermedades que suelen alterar la economia de un cuerpo sano, cuyo estado normal es la salud y robusiez. Es, pues, necesario que los que están destinados a gobernar el mundo cultiven sus facultades de penetracion y prudencia; y si quieren cultivar la fortuna, aprendan a acomodarse a todas las circunstancias; empresa muy ardua y, hasta hoy, insuperable.

Hay dos clases principales de caracteres: unos vivos y osados, otros pausados y circunspectos; y como estas causas normales dependen de una causa física, es casi imposible que un príncipe pueda doblegar su carácter al imperio de las circunstancias, variando de color con la facilidad del camaleon. Hay siglos en que los acontecimientos favorecen a esos hombres de carácter atrevido y emprendedor, que parecen nacidos para cambiar la faz de la tierra: las revoluciones, las guerras y el vértigo belicoso que suele apoderarse de los reyes en determinadas épocas, ofrecen a un conquistador mil ocasiones favorables a sus designios. Él mismo Hernan Cortés, en su conquista de Méjico, fue favorecido por las guerras civiles de los americanos.

Otros siglos hay en que el mundo, menos ajitado, quiere ser rejido con dulzura, prudencia y circunspeccion: es la calma bonancible que viene siempre en pos de la tempestad. Entonces encuentran ocupacion los caracteres prudentes y sesudos; las negociaciones diplomáticas son mas eficazes que las batallas, y el hábil estadista consigue con su pluma lo que no podría conseguirse con la espada.

Si un jeneral de ejército pudiese ser a un tiempo atrevido y circunspecto, sería casi siempre invencible. Fabio, con su lentitud, destruia los ejércitos de Anibal; porque aquel prudente romano sabía que los cartajineses carecian de dinero y de reclutas, y que, sin necesidad de pelear, moririan los enemigos de consuncion. La política de Anibal, por el contrario, le obligaba a buscar los combates. Su verdadera fuerza consistia en la iniciativa del principio de accion, y era preciso obrar con prontitud para establecerse solidamente en el pais, por el terror que inspiran siempre las acciones rápidas y brillantes; y solo así podría hallar los recursos de que tanto necesitaba.

Si en el año de 1704 el elector de Baviera y el mariscal de Tallard no hubiesen salido de Baviera para avanzar hacia Biehncim y Hoghstet, queriendo hacer de este modo gala de su estupidez, se hubieran mantenido dueños de toda la Suabia; porque el ejército de los aliados, no pudiendo sostenerse por mas tiempo en Baviera, por falta de víveres, se hubiera visto obligado a retirarse hacia el Mein, y finalmente a disolverse. Fue, pues, una falta de circunspeccion en el elector haber confiado al éxito de una batalla, memorable y gloriosa para la Alemania, la posesion de un territorio que pudo haber conservado facilmente; falta que fué castigada con la derrota total de los franceses y bávaros, y con la pérdida de la Baviera y todo el territorio situado entre el Alto-Palatinado y el Rhin.

Los que abogan por los caracteres intrépidos y fogosos no hablan nunca de los temerarios que han perecido, sinó de los que han logrado vencer con la ayuda de la fortuna. Sucede en esto como en materia de apariciones y profecías: todos se olvidan de las muchas que han resultado falsas, y solo se acuerdan de las pocas que se han realizado. Esta clase de acontecimientos debieran esplicarse por las causas que los motivaron, en vez de querer esplicar las causas mismas, que se desconocen, por los efectos que han producido.

En mi opinion los pueblos gobernados por príncipes atrevidos viven amenazados de continuos peligros, porque está en el carácter del hombre osado