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Y ANTI-MAQUIAVELO.

Macedonia, no el padre de Alejandro-Magno, sinó el que fué derrotado por Tito Quintio [1], poseía un estado muy poco considerable, comparado con el de Roma y los de la Grecia, contra cuyas fuerzas combinadas tuvo que defenderse. Resistió, no obstante, a estas grandes potencias, y en muchos años que duró la guerra, tan solo perdió unas cuantas ciudades; pero este príncipe era un guerrero distinguido, sabía además contemplar a los grandes y hacerse amar del pueblo.

No deben, pues, nuestros príncipes de Italia echar la culpa a la fortuna de haber perdido sus estados, sinó a su cobardía y a su falta de prevision; porque estaban tan distantes de creer posibles semejantes trastornos (como sucede de ordinario a los gobiernos que han gozado de tranquilidad por algun tiempo), que, cuando vieron acercarse al enemigo, huyeron en vez de defenderse, contando conque los pueblos, cansados bien pronto de la insolencia del vencedor, no tardarian en volverlos a llamar.

Cuando no hay otro partido que tomar, no es tan malo el último; pero considerando que es una vergüenza despreciar los medios honrosos de evitar su ruina, y dejarse asi caer con la esperanza de que otros nos levantará; esperanza por lo regular vana, pero que, aun teniendo algun fundamento, es espuesta, porque aquel que confia en el socorro estranjero, debe temer el hallar un dueño en su vencedor. El príncipe ha de buscar recursos en sí misma y en su valor contra la mala fortuna.


Exámen.

La fábula de Cadmo, que sembró los dientes de la serpiente que había vencido, y de ellos nació un pueblo de guerreros que se destruyeron unos a otros, es el emblema de los príncipes de Italia, tales como eran en la época de Maquiavelo. Su perfidia, sus mutuas traiciones fueron causa de su ruina. Lease la historia de Italia de fines del siglo XIV y principios del XV, y se verán las crueldades, las seducciones, las violencias, las alianzas que formaban unos con otros para destruirse mutuamente, las usurpaciones, los asesinatos, en suma, un conjunto de crímenes tan enormes que causa horror solo enumerarlos.

Sí, siguiendo los consejos de Maquiavelo, consiguiéramos desterrar del mundo la justicia y la humanidad, el Universo entero se trastornaría: los crímenes inundarían el Continente trasformándolo en un vasto desierto, y los príncipes Maquiavelistas serían los primeros que se hundirían en el abismo, a ejemplo de los príncipes de Italia, víctimas de su propia barbarie e iniquidad.

La cobardía de aquellos príncipes pudo sin duda contribuir a su desgracia; es cierto que esta fue la causa de la espulsion del rey de Nápoles; pero diga y argumente Maquiavelo cuanto quiera, invente sistemas, alegue ejemplos y gaste en buen hora la sutileza de su entendimiento, siempre tendrá que venir a parar en la justicia; no es posible, en política, hallar otro resultado: la fuerza misma de los sucesos le obligará, a pesar suyo, a reconocer esta verdad.

Yo quisiera preguntar a Maquiavelo qué significan estas palabras suyas, que copio en estracto: «Si el príncipe nuevo (esto es, el usurpador), se da a conocer por las cualidades que dejo dichas, vivirá mas seguro de su trono que si fuese príncipe hereditario; porque los pueblos no hacen caso de antecedentes con tal que hallen conveniencia de actualidad, y, una vez satisfechos, no tienen interés en cambiar de Soberano.» ¿Supone acaso Maquiavelo que, de dos hombres iguales en valor y discrecion, preferirán los pueblos el usurpa-

  1. Felipe, padre de aquel Perseo, último rey de Macedonia.