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dor, quería compartir con él las cargas del Imperio.

Y le envió el nombramiento de César y la confirmación del Senado, cosas ambas que tuvo Albino por evidentes. Pero cuando Severo derrotó y mató a Pescenio, pacificando y restableciendo el orden en Oriente, tornó a Roma y quejóse de Albino en el Senado, al que acusó de ingrato con los beneficios que de él había recibido, añadiendo que, puesto que sabía que procuraba asesinarle a traición, estaba dispuesto a castigarle por su ingratitud.

Y en las Galias le buscó, quitándole allí la vida, con el gobierno de las tropas.

Estudiando menudamente la vida de este emperador, se verá a la vez que fué tan astuta zorra como valiente león, que fué temido y obedecido de todos y que no fué odiado por su milicia. Y así se comprenderá cómo, a pesar de ser príncipe nuevo, llegó a tener tan gran poder, porque el renombre de que gozaba le libertó de la malquerencia del pueblo, al que imponía tributos constantemente.

También su hijo Antonino Caracalla tuvo cualidades excelentes, que al principio de su reinado le hicieron querido de los pueblos y estimado de sus soldados, porque era todo un militar que soportaba con gran entereza los trabajos de la guerra, desdeñaba las comidas regalonas y toda molicie, cosas todas que le hicieron popular entre la soldadesca.

Pero fué tan cruel, tan feroz e inauditamente cruel, que, luego de matar a muchos con el más liviano pretexto, hizo morir a gran parte del pueblo romano y a buena parte del de Alejandría, logrando que