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sus soldados, y aunque gravó al Imperio con nuevos tributos, reinó con tranquilidad, ya que sus excelentes condiciones despertaban la admiración de sus vasallos y de sus tropas. Aquéllos le miraban con asombro y éstas le estaban agradecidas y le estimaban por esta razón.

Como los actos de Severo fueron realmente notables, tratándose como se trataba de un nuevo príncipe, demostraré cómo supo usar de la fiereza del león y de la astucia de la zorra, condiciones que ya demostré que debía reunir todo príncipe. Conocía Severo la cobardía del emperador Juliano, y convenció a la milicia que él mandaba en Esclavonia, de que había que ir a Roma para vengar el asesinato de Pertinax, muerto por la guardia imperial. Con ese motivo, y sin mostrar deseo alguno de convertirse en emperador, salió con su ejército hacia Roma, llegando a Italia antes de que nadie se percatase de su partida. Cuando estuvo en Roma, el Senado, miedosamente, le eligió emperador, haciendo matar a Juliano.

Dos obstáculos tenía que vencer Severo para dominar en todo el Imperio: uno en Asia, porque allí había conseguido de sus legiones que le nombrasen emperador Pescenio Niger, general de ejército en aquella región, y otra en Occidente, porque Albino ambicionaba asimismo el cetro imperial.

No creyendo prudente combatir a la vez con dos adversarios, determinó combatir a Pescenio y engañar a Albino, a quien escribió diciéndole que, puesto que el Senado le había nombrado empera-