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Las dificultades que debe temer el príncipe son de dos clases: internas y externas. Las primeras dicen relación a sus súbditos y las segundas a las potencias extranjeras. De las que puede defenderse con buenas tropas y buenas alianzas, porque mientras tenga buenos soldados tendrá buenos amigos. Mientras no haya peligros fuera, el orden permanecerá seguro dentro, salvo el caso en que estalle una conspiración. Pero hallándose preparado y dispuesto para la defensa, podrá en el caso de un ataque exterior, no prescindiendo de las normas que hemos escrito, podrá rechazar el empuje del adversario, como lo rechazó Nabis, el de Esparta.

Cuando no existan querellas con las potencias deberá guardarse el príncipe de los que conspiran privadamente en los asuntos internos de su principado. La mejor precaución consistirá en que no le odien ni le aborrezcan. Nada mejor que esté el pueblo satisfecho de su gobierno, lo cual es indispensable como hemos dicho ya. Las conspiraciones abortan cuando el pueblo ama y venera al príncipe, porque los conjurados cuentan siempre con que la muerte del príncipe satisfará las ansias populares. Pero como falte base a este deseo, los conspiradores no acaban nunca por determinarse a obrar, aumentando entonces las dificultades peculiares a toda conspiración.

Se dice que se conspira mucho, pero en realidad se conspira poco. Y son pocas las conspiraciones que logran su objeto, porque el conspirado no viv