Página:El príncipe - Colección Universal Nro. 953 (1924).pdf/90

Esta página no ha sido corregida
88
 

dejar de serlo por suprema necesidad. Cuide, además, el príncipe de que no salga nunca de sus labios frase alguna que no le acredite de poseer esas cinco cualidades en grado sumo, y que siempre que se le oiga y se le vea dé la sensación de ser piadoso, leal, integro, clemente y religioso. Cuide, sobre todo, de parecer religioso, porque los hombres juzgan antes por los ojos que por los demás sentidos, de modo que pudiendo mirar todos, pocos son los que saben ver lo que miran. Cada uno verá lo que pareces, pero pocos sabrán quién eres, y ten en cuenta que estos pocos no se atreverán a contradecir el juicio de la mayoría, que suele tener en su apoyo la fuerza oficial del Estado. No se puede juzgar mas que por los resultados de las intenciones de los hombres en general y de los príncipes en particular, razón por la cual no pueden someterse nunca a la apreciación de los jueces. Como las gentes se dejan guiar siempre de las apariencias y solamente formulan su juicio ante los hechos, estará bien todo lo que haga un príncipe para conservar su Estado, y todos alabarán cuanto haga; como casi todos son vulgo, la opinión de los que no pertenecen a él únicamente se tiene en cuenta cuando la opinión del vulgo no tiene base en qué apoyarse.

Algún príncipe de los actuales, que no conviene nombrar, habla a todas horas de paz y de lealtad y no conoce ni de nombre ambas cosas. De haber sido pacífico y leal, hace tiempo que hubiera perdido su reputación y sus Estados.