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desprecio, y de inspirar ambas cosas debe huir diligentemente el príncipe. Por tanto, lo más atinado se me antoja conservar fama de tacaño, que si no honra, no proporciona odio. No es cosa de procurarse fama de liberal para verse luego en la precisión de acarrearse odios y de cometer infamias.

CAPÍTULO XVII

DE LA CRUELDAD Y DE LA CLEMENCIA Y DE SI


VALE MAS SER AMADO QUE TEMIDO Continuando en el estudio ya iniciado acerca de las cualidades que deban adornar a los príncipes, tengo para mí que éstos deben gozar de la reputación de clementes y no de crueles, aunque deban hacer buen uso de la clemencia. Gozaba fama de cruel César Borgia, pero su crueldad dió paz, unidad y buen gobierno a la Romaña, de modo que, si bien se mira, César fué de hecho mucho más clemente que el pueblo florentino, que dejó destruir a Pistoya para no gozar fama de crueldad.

No debe cuidarse mucho el príncipe de la reputación de crueldad siempre que trate de imponer obediencia y fidelidad a sus vasallos, porque será más clemente imponiendo algunos castigos, con tal que sean ejemplares, que, si por no gozar famade cruel, deja que se propague el desorden, causa de tantas muertes y rapiñas, desmanes que perjudican a todos, mientras que los castigos que el