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grosos, tomó a sueldo a los Orsini y a los Vitelli.

Cuando se dió cuenta de que era arriesgada, dudosa y llena y erizada de peligros la conducta de éstos en las operaciones guerreras, acabó con estos caudillos, organizando un ejército propio. Nada mejor que estudiar la diferencia entre unas y otras tropas, fijándose en las distintas empresas guerreras del duque, cuando tuvo a sueldo a los franceses primeramente, después cuando se sirvió de Orsini y de Vitelli, hasta que, finalmente, mandó soldados propios y pudo desplegar toda su astucia, acabando por ser estimado de todas veras cuando se observó que era completamente dueño de sus tropas.

Bien quisiera circunscribirme a ejemplos de nuestra moderna Italia, pero he de citar el caso del siracusano Hierón, del que ya he hablado antes.

Nombrado Hierón general del ejército de Siracusa, comprendió inmediatamente cuán inútiles eran las tropas mercenarias, porque sus jefes se portaban lo mismo que se portan hoy en Italia, y creyendo conveniente no tenerlas y juzgando peligroso licenciarlas, las destruyó, haciendo con ejército propio y nunca prestado la guerra que le convenía.

Muy a cuento viene también traer aquí una gran figura del Viejo Testamento. Cuando David se concertó con Saúl para pelear ambos contra el filisteo que les provocaba, contra Goliat, Saúl mandó a David su propia armadura guerrera para que saliera con ella al campo de batalla; pero David, al verse así ataviado, se negó a llevarla porque le privaba de libertad en los movimientos, prefiriendo