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maña. El enseñó el arte de la guerra a Braccio, a Sforza y a otros que, según opinión general, fueron los árbitros de Italia. Tras de los cuales han ido viniendo todos los que en nuestros tiempos han mandado los ejércitos mercenarios en Italia, y su valor e inteligencia ha hecho que Carlos VIII la recorra de un extremo a otro, que Luis XII la expolie, que Fernando V la oprima y que los suizos la cubran de todo género de insultos. El régimen que los generales de tropas iniciaron y establecieron estriba en menospreciar la infantería para que se acredite la caballería. Lo hacen de este modo, porque como no tienen Estados y necesitan vivir de su profesión militar, los infantes no les daban crédito y no era cosa fácil mantenerles a todos.

Así es que han dado en la flor de tener caballería, tanta caballería como sus recursos les permiten, y pueden vivir así con algún crédito, hasta el punto de que hay ejércitos con veinte mil caballeros que apenas tienen dos mil infantes, y para librarse ellos y librar a sus soldados de peligros y de enojos, no mataban en las escaramuzas, sino que se apoderaban de los prisioneros y les daban luego libertad sin que nadie previamente los rescatase. En los sitios, ni los sitiadores tomaban la ofensiva ni los sitiados la defensiva durante la noche. No se servían de las trincheras para defender los campamentos. No acampaban tampoco en invierno. Semejante organización militar que tales cosas amparaba y protegía, con objeto de eludir peligros y riesgos, ha esclavizado y oprimido a Italia.