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A la muerte del duque Felipe, los milaneses tomaron a sueldo a Francisco Sforza en la guerra que tuvieron contra los venecianos; pero Francisco, después de batirlos en Caravagio, se convino con ellos para conquistar a Milán, que lo tenía a su servicio. Su padre Sforza, general mercenario de la reina Juana de Nápoles, dejó a ésta en seguida sin tropas, y Juana, para que Nápoles no se le fuera, no tuvo más remedio que pedir auxilio al rey de Aragón.

A los que estimen que tanto Venecia como Florencia aumentaron sus fronteras en épocas pretéritas con ejércitos mercenarios, y que sus generales las defendieron siempre sin que éstos se elevasen a la jerarquía de príncipes, he de decir que ello es debido a la buena fortuna que acompañó a los florentinos en sus empresas, porque los capitanes insignes que estuvieron a la cabeza de sus tropas fueron derrotados, o tropezaron con un sinnúmero de inconvenientes, o tuvieron sus ambiciones puestas en otras cosas. Juan Acuto[1] fué derrotado, derrota que hizo que no se pusiera su fidelidad a prueba, pues si hubiera vencido, hubiera sido señor de vidas y haciendas en Florencia. Sforza tuvo siempre enfrente a Braccio con sus huestes, y las rivalidades que hubo entre los dos no permitió a éstos otra cosa que ocuparse de sus divisiones y querellas. Francisco Sforza, por otra parte, solamente se cuidó de llegar a dominar la Lombardía,[1] Juan Hawkwood, general inglés que mandaba a 4.000 ingleses.

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