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liares y mixtos. Los ejércitos mercenarios y auxiliares son inútiles y peligrosos. El que fíe su poder en ellos no estará nunca firme y seguro. Están desunidos. Son indisciplinados, infieles, valientes con el amigo y cobardes con el adversario. Carecen del temor de Dios, olvidan la buena fe que se debe entre los hombres, y así el príncipe a quien defienden está expuesto a caer y cae cuando estos ejércitos son vencidos, además de que se expone a ser robados por ellos en la paz y en la guerra por los enemigosup Lo que depende, a mi juicio, de que el corto salario de que disfrutan tales mercenarios es la única razón que les ata a servir con las armas en la mano, salario que no es estímulo suficiente para dar la vida por el príncipe en cuya bandera militan. Así es que los mercenarios desean servir en tiempos de paz, porque en los de guerra, o desertan o se escapan. Muy fácil me sería demostrar que la causa del desprestigio de Italia obedece al hecho de haber encomendado su defensa, durante tantos años, a ejércitos mercenarios, que, en efecto, no dejaron de prestar servicios de consideración a algunos, y que peleando entre sí no parecían exhaustos de valor; pero el caso es que al llegar los extranjeros se condujeron como eran. Carlos III se apoderó de Italia sin tomar otro trabajo sobre sus hombros que el de alojar y aposentar a las tropas.

Los que aseguraban que la conquista era debida, sobre todo, a nuestros pecados, decían la verdad, aunque tales pecados no eran los que sospechaban,