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con motivo de la defensa de la ciudad de Ferrara.

Y con objeto de vigilar los movimientos del Santo Padre, valíanse estos pueblos de los barones romanos, que, divididos en dos bandos, el bando de los Orsini y el bando de los Colonna, mantenían continuos rozamientos entre ellos, logrando que se peleasen continuamente entre sí, para vengar sus querellas, aun delante del Papa, cuya autoridad era más débil y precaria ante dichos nobles. Verdad es que de cuando en cuando surgía un Pontífice fuerte como Sixto V; pero ni la suerte ni la ciencia de gobernar les permitía acabar con las luchas de los nobles, porque la duración del pontificado es corta, se calcula en unos diez años por término medio, tiempo más que insuficiente para reducir el poder de cualquiera de estos dos bandos. Y si un Pontífice acababa, pongo por caso, con los Colonna, venía después a sucederle otro Papa, amigo de ellos y enemigo de los Orsini, que aumentaba el prestigio de los Colonna, sin tiempo material para acabar con el partido opuesto. Por eso en Italia se estimaba grandemente el poder temporal del Papa.

Pero subió al solio pontificio Alejandro VI, que es el Papa que mejor ha demostrado todo lo que puede hacerse disponiendo de fuerza y de dinero.

Aprovechando las condiciones de su hijo el duque Valentino y sirviéndose de la venida a Italia de las tropas francesas, hizo lo que ya hemos escrito cuando hablamos de César Borgia. Y aunque pensó más en el poder de su hijo que en el de la Iglesia, el caso es que fué ésta la beneficiada, porque después