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Lo natural es que el enemigo arrase el país que trate de invadir, cuando los vasallos están más excitados y dispuestos a defender lo suyo. Peligro que no debe preocupar al príncipe, porque los daños hechos no tienen remedio y así lo comprenderán los ciudadanos cuando llegue la hora de la reflexión. A la larga, estos hechos unirán más al príncipe con sus vasallos, porque éstos, para defenderle, han perdido sus habitaciones y han visto sus haciendas arruinadas, y los hombres se obligan lo mismo por los beneficios que hacen que por los que reciben. Lo natural es que todo príncipe prudente procure que no le escaseen los víveres y los medios de defensa para que los vasallos no se alcen contra él mientras dura el asedio de la fortaleza.

CAPÍTULO XI

DE LOS PRINCIPADOS ECLESIÁSTICOS

Tengo que hablar aquí de los principados eclesiásticos. Como se adquieren por méritos o por fortuna, las dificultades mayores ocurren antes de posesionarse de ellos. Pero luego se conservan perfectamente. Pues como la posesión de ellos se funda en las antiguas instituciones religiosas, tienen éstas tal fuerza que a toda costa sostienen la autoridad del príncipe, cualquiera que sea su modo de vida y de gobierno.

Los príncipes eclesiásticos poseen los Estados sin defenderlos, y los súbditos sin tomarse el trabajo