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tra coyuntura propicia para apoderarse de la autoridad absoluta, por la sencilla razón de que los ciudadanos están ya habituados a obedecer las decisiones de los ministros, lo que le impide servirle directamente, no teniendo nadie en quien pueda confiar durante momentos graves. No puede el príncipe, por ende, juzgar de lo que pueda ocurrirle, ya que no tiene más experiencia que la de los momentos normales. Como en estos momentos todos los ciudadanos necesitan de su autoridad, y acuden a él, y le prometen y juran todo lo jurable y prometible, y hasta le ofrecen su vida, porque saben que entonces nada de esto arriesgan, en cambio, en las horas de peligro, cuando el príncipe necesita verdaderamente de todos sus vasallos, encuentra pocos que estén resueltos a ampararle, auxiliarle y defenderle. Esta experiencia no puede repetirse; de aquí su riesgo y su dificultad.

Procure el príncipe gobernar de modo que en todo tiempo y a lo largo de toda suerte de vicisitudes los ciudadanos tengan que acudir a su autoridad; de esta suerte no es aventurado conjeturar que le permanecerán fieles.

CAPÍTULO X

DEL MODO DE GRADUARSE LA FUERZA DE LOS GO-
BIERNOS

Tampoco hay que olvidar, cuando se estudian las características de estos principados, el caso de