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nos consejeros, porque te honrarán en la prosperidad y en la adversidad no sabrán ser temibles.

Pero si no son adictos por ambición y por cálculo, indicio de que piensan en ellos más que en ti, guárdate, príncipe, de ellos, y tenlos por enemigos declarados, porque en tus horas de malandanza contribuirán eficazmente a tu ruina.

El que llega a príncipe por el favor popular debe conservar la amistad del pueblo, lo que no es difícil, porque al pueblo sólo le importa verdaderamente que no le opriman. Del que llega a príncipe contra los deseos populares, y sólo con el apoyo de los nobles ha alcanzado su prir cipado, debe procurar ganarse aprisa el favor popular, empresa que logrará fácilmente en cuanto proteja al pueblo.

Y así como los hombres son más agradecidos al que le dispensa bienes cuando de él no los esperaba, así el pueblo es más fiel al príncipe que lo proteja aunque no haya sido él quien le haya elevado al principado. El príncipe puede ganarse la voluntad del pueblo de muy diversos modos, que varían según las circunstancias. Teniéndolas en cuenta, no me atrevo a dar normas fijas sobre el particular.

El cariño del pueblo es, en conclusión, absolutamente necesario para el príncipe, ya que es el único recurso que le queda en la adversidad.

Cuando Vabis, el rey de Esparta, hizo frente a la agresión de toda Grecia y de un formidable ejército romano, defendiendo su trono y su pueblo contra ambos adversarios, bastóle para ello poner a buen recaudo a unos cuantos ciudadanos, recurso