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Vitellozzo, su maestro en el arte de la maldad y de la guerra.

Chocará a muchos el que Agatocles y otros tan malos como él, después de haber cometido tantas infamias y perversidades, hayan podido vivir durante muchos años tranquilos en sus ciudades, defendiéndose de los enemigos de fuera, sin que sus conciudadanos conspirason, como era natural, contra ellos. Y les extrañará también el hecho de que príncipes nuevos, que fueron crueles, no pudieran por su crueldad conservar su poder en épocas relativamente pacíficas, cuanto más en los tiempos azarosos de guerra. Cosa que depende, después de todo, del buen empleo o del mal em pleo que se haga de la maldad. Diría que se hace buen empleo de la maldad-si es que puede llamarse bueno a lo que es malo por su naturaleza intrínseca-cuando se emplea por una sola vez con objeto de afianzar y cimentar el dominio, y después no se repite, procurando, al mismo tiempo, que la maldad de que se ha usado se convierta en un instrumento útil para el pueblo. Y digo que está mal empleada aquella maldad que, no teniendo gran importancia en sus comienzos, va después aumentando en lugar de desaparecer. Los que usen del primer género de maldad pueden esperar que Dios y los hombres les perdonen, com o le aconteció a Agatocles; los otros no sé de qué modo han de valerse para continuar en el poder.

Así es que el usurpador de un Estado ha de procurar hacer todas las maldades de una sola vez