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de Pablo Vitelli, con el ansia de aprender el arte de la guerra y conseguir en la milicia un excelente grado. Al morir Pablo, entró Oliverotto al servicio de su hermano Vitellozzo, y en muy pocos años, gracias a su valentía y a su ingenio, llegó a ser uno de los mejores capitanes de su ejército. No estaba, sin embargo, muy de acuerdo en ponerse a las órdenes de otra persona atesorando tan excelentes cualidades. Así es que proyectó, contando con el auxilio de algunos ciudadanos de Fermo más amigos de la servidumbre que de la libertad, y con el apoyo de Vitellozzo, apoderarse de Fermo. Y escribió a Juan Fogliani, diciéndole que llevaba muchos años fuera del hogar y que quería volver a él, pasear de nuevo en su ciudad y hacerse cargo de su patrimonio, ya que habiendo laborado tanto para conquistar honras, a fin de probar a sus conciudadanos que no había perdido sus horas, quería ir pomposamente acompañado y escoltado de cien caballeros, amigos y parciales suyos, logrando que procurase que los habitantes de Fermo les recibieran con toda magnificencia, honrando así a preceptor y a discípulo, puesto que Juan Fogliani le había educado a él en el ejercicio y manejo de las armas.

Siguió Juan Fogliani las indicaciones de Oliverotto, su sobrino, al que recibieron con toda solemnidad en Fermo, alojándole en su palacio. Pasadas veinticuatro horas, que se emplearon en preparar todo lo concerniente a maldad que abrigaba en su pecho, convidó a un banquete a Juan Fo-