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Al morir el Papa, había logrado las tres cosas primeras, pero le faltaba la cuarta. En efecto, consiguió acabar con todos los señores y príncipes desposeídos por él de sus Estados que había hallado a mano, logró que los nobles de Roma le fueran fieles y devoto. y se las arregló de modo que una gran parte del Colegio Romano siguió sus inspiraciones. Y proyectaba asimismo hacerse señor de la Toscana, a base de nuevas conquistas, siendo ya dueño de Perusa y Piombino y logrando, por otra parte, tener bajo su yugo a Pisa.

Y no teniendo ya que temer nada de Francia (porque los españoles habían arrojado a los franceses del reino de Nápoles, de modo que los dos pueblos, el español y el francés, se veían en el trance de tener que solicitar su amparo) ocuparía a Pisa, porque así se le rendirían a renglón seguido Luca y Siena, en parte por miedo y en parte por envidia a los florentinos. De esta guisa los florentinos no estaban en situación de defenderse. En cuanto estas empresas marchasen adelante (y comenzaban a marchar adelante el año en que murió Alejandro VI) adquiriría tal poderío y tal prestigio que hubiera logrado vencer, no con el concurso de la buena ventura de los demás, sino contando únicamente con sus medios personales.

Alejandro VI murió a los cinco años justos de encontrarse guerreando su hijo César, dejándole bien consolidado solamente el territorio de la Romaña, pero con las demás conquistas en el aire, entre dos poderosos ejércitos enemigos, y tenien-