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rápidamente, como todas las cosas de la naturaleza que nacen y crecen de pronto, arraigan y se consolidan apenas hasta que sopla el primer viento contrario, a no ser, como he dicho, cuando los que súbitamente llegan a ser príncipes tienen prendas personales tan estimables que súbitamente adquieren también destreza para conservar lo que la fortuna ha puesto en sus manos, y a condición de que después de ser príncipes busquen y hallen los fundamentos que otros procuran adquirir antes de llegar a serlo.

De estas dos maneras de llegar a ser príncipes, o por genio, o por fortuna, citaré dos ejemplos de nuestros días: los de Francisco Sforza y César Borgia. El primero, por medios legítimos y con una sorprendente habilidad, llegó a ser duque de Milán, conservando con muy pocos esfuerzos el ducado que con mil trabajos había conseguido. César Borgia, llamado vulgarmente el duque Valentino, conquistó la Romaña por la posición de su padre, perdiéndola cuando su padre murió, a pesar de haber empleado todos los medios y de haber hecho todas las cosas que puede hacer un hombre prudente en la dominación del Estado que las armas y la fortuna le habían hecho adquirir. Porque, como antes hemos dicho, quien no afirma previamente los fundamentos de su autoridad, podrá afirmarlos luego si tiene gran ingenio para lograrlo, pero no sin trabajo para el arquitecto y sin peligro para la finca. Si examinamos la conducta del duque, veremos que puso a su poder futuro los más sólidos