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crean en algo, tengan que creer en ello por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no hubieran podido lograr sin armas que sus instituciones durasen mucho tiempo, como en nuestros días ha sucedido a Fray Jerónimo Savonarola, cuyas innovaciones fracasaron tan pronto como las gentes dieron en la flor de no creer en él por no tener a mano el fraile medios coercitivos para obligarla a persistir en sus opiniones, ni para hacer creer a los descreídos. Quienes pueden emplear tales medios tropezarán, indudablemente, en cada traspiés, con grandes dificultades y con peligros invencibles; pero cuando los superen y comiencen a hacerse respetar, luego de deshacerse de la casta de los envidiosos, serán poderosos, seguros, honrados y felices.

A los ejemplos de los grandes hombres de que he hecho mención añadiré el de uno no tan insigne, pero que tiene con los mencionades grandes rasgos de semejanza y que hace innecesarios otros cien ejemplos que pudiera aducir. Hablo del ciudadano de Siracusa, Hierón, que de simple particular llegó a ser príncipe de Siracusa y que no debió a la fortuna otra cosa que la ocasión. Oprimidos los de Siracusa, le eligieron capitán, y por sus méritos le elevaron a príncipe, siendo tan virtuoso, hasta en su vida privada, que cuantos le conocieron afirman que no le faltó para reinar mas que el reino.

Acabó con la milicia antigua, fundó la nueva, abandonó las viejas alianzas, pactó otras más convenientes, y como tuvo magníficos soldados y buenos amigos, edificó sobre tales cimientos con tal