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arqueros prudentes, que, cuando creen muy distante el punto de mira y conocen bien el alcance de su arco, apuntan a mayor altura, no precisamente para dar en el punto más alto del blanco, sino para tocar en él.

Advierto, por ende, que en los principados enteramente nuevos se encuentra el príncipe con más o menos inconvenientes para conservar su dominio, según los mayores o menores méritos del conquistador; y como el ascender de particular a príncipe supone ya talento o fortuna, tanto ésta como aquél sirven para anular muchos inconvenientes. Sin embargo, debe confesarse que los que no contaron demasiado con la fortuna conservaron su poder durante más tiempo; y uno de los medios mejores para conseguirlo estriba en que el príncipe se vea obligado, por no tener a mano otros Estados que regir, a habitar en el Estado recién adquirido.

Pero refiriéndome ahora a los príncipes que lo fueron por sus merecimientos y no por la fortuna, diré que los más notables son Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y otros parecidos; y aunque de Moisés no debiera hablarse por ser mero ejecutor de los designios de Dios, merece que lo admiremos, puesto que Dios lo escogió para que ejecutase sus designios.

Si estudiamos con diligencia la conducta de Ciro, y con la de Ciro la de otros fundadores de reinos, advertiremos que es digna del mayor encomio, y que su conducta pública y privada se parece a la de Moisés, que tuvo tan gran maestro. Bien