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príncipe y su estirpe se extingue, habituadas a la obediencia y patrimonio del antiguo soberano, no saben ponerse de acuerdo para elegir un soberano nuevo, ni aciertan a vivir en libertad, de modo que hasta su pereza en acudir a la guerra permite a cualquier príncipe no solamente conquistarlas, sino conservarlas en su poder.

En las repúblicas advierto, por el contrario, más odio, más vida, más anhelo de venganza, y el recuerdo de la libertad perdida excita de tal modo su memoria, que el medio más seguro para el conquistador es, o conquistarlas, o trasladar a ellas su residencia.

CAPÍTULO VI

DE LOS ESTADOS QUE EL CONQUISTADOR ADQUIERE
CON SU ESFUERZO Y SUS PROPIAS ARMAS

No se llame nadie a engaño si en lo que voy a decir de los principados enteramente nuevos, del príncipe y del Estado, me valgo de ejemplos de ilustres personajes, porque los hombres marchan por sendas que otros hombres abrieron e imitan a éstos casi siempre en su conducta; pero como no se anda todo el sendero ni se llega jamás a la altura del que se toma por ejemplo, las personas sensatas harán perfectamente en seguir hasta el final el camino de los grandes hombres, tan dignos de imitación, para parecérseles en algo, ya que no logren igualarse a ellos, haciendo lo que hacen los