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venientes que desparramarán por el camino los aliados y los vencidos. Y no bastará extinguir la dinastía del príncipe, ya que los nobles conspirarán de continuo. Y como de hecho no se puede contentarles ni acabar con ellos, no es cosa de perder la conquista por una causa de imprevisión o de imprudencia.

Muy semejante al gobierno de los turcos parece, bien estudiado, el de Darío. Alejandro necesitó invadirlo y destrozarlo con todas sus huestes por todas partes para que no pudiera levantar cabeza; pero muerto Darío, quedó el reino en segura y pacífica posesión del conquistador. Si los sucesores se hubieran mantenido con la más perfecta unión, hubieran disfrutado pacíficamente del reinc, porque en éste no se conocieron otros disturbios que los que fraguaron ellos mismos.

Los Estados organizados con arreglo al patrón francés no se poseen con tanta facilidad. Las continuas rebeliones que ponían en jaque a los romanos en España, en las Galias y en Grecia, procedían de los muchos reyezuelos y caciques que había en estas provincias. Mientras vivieron fué en ellos harto difícil la dominación romana; pero así que se acabaron y olvidaron en la memoria de las gentes, el prestigio de los romanos y la continuidad de su imperio les hicieron dueños tranquilos de estos territorios, hasta el punto de combatir y de luchar entre sí dentro de ellos y contar cada fracción con mayor o menor empuje, según la autoridad que había ejercido entre los dominados, pues habiendo