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rales para ocupar un Estado. Por eso, el rey de Francia Luis XII perdió el Estado de Milán cen la misma rapidez con que lo había ganado, bastando para arrojarle de él los soldados de Luis Sforza, porque el príncipe nuevo se hizo odioso a los mismos pueblos que le habían abierto sus puertas de par en par, viendo burladas las esperanzas que habían puesto en el cambio de príncipe.

Cierto es, sin embargo, que conquistados por segunda vez los países que se rebelan, es más difícil perderlos luego, porque la rebelión da ocasión al señor para emplear sin escrúpulos los medios de asegurar su dominio, castigando a los que delinquen, vigilando a los sospechosos y atendiendo a fortificar y guarnecer los puestos más difíciles y descuidados. Así es que si para que perdiese Francia por primera vez el ducado de Milán bastó que el duque Sforza alborotase en las fronteras del ducado, fué preciso para perderlo la segunda que el duque recibiese el auxilio de todo el mundo para batir a los ejércitos franceses y arrojarlos de Italia. Diferencia que nace de las causas que ya expusimos.

Pero lo mismo la primera que la segunda vez fué lanzado de Milán el nuevo señor. Como ya indicamos las causas generales por las cuales perdió el ducado la primera vez, tenemos que explicar ahora las que produjeron igual efecto la segunda, así como los remedios que tenía en su mano el rey francés-y tiene cualquiera que se hallare en el caso de este rey-para mantenerse en la tierra