Página:El príncipe - Colección Universal Nro. 953 (1924).pdf/120

Esta página no ha sido corregida
118
 

trio, me atrevo a aventurar el juicio de que si de la fortuna depende la mitad de nuestros actos, los hombres dirigimos cuando menos la otra mitad.

Comparo a la fortuma con un río de corriente caudalosa que, cuando sale de madre, derriba árboles, derriba casas, arranca terrenos de una parte y los lleva rápidamente a otra. Todos huyen del ímpetu de sus aguas, las cosas ceden ante su impetu formidable, cosa que no impide que, al tomar el río a su cauce natural, los hombres construyan diques y pantanos para precaver las inundacionos y las crecidas en lo posible.

La fortuna es omnipotente cuando no tiene una fuerza ordenada que la resista, actuando con renovado empuje allí donde sabe que no hay dique alguno que se oponga a su paso. Mirando a Italia, teatro donde gusta de provocar trastornos, ve que es tierra sin reparos ni defensas, y que si tuviera ciertos diques, como los tienen Alemania, Francia y España, la inundación no hubiera causado tan enormes estragos, y que acaso no hubiera existido inundación.

Ya es bastante lo que hemos dicho para hacer frente a la mala fortuna. Pero fijándome en los casos particulares, añadiré que no es raro ver hoy cómo pasa un príncipe de la prosperidad a la desgracia, sin que cambie en su carácter y en su fortuna, lo que depende sobre todo de las causas que antes señalé, porque fiando el príncipe únicamente en su fortuna, cae en desgracia cuando ésta cambia. Yo creo que prospera todo el que se acomoda