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sejeros que en realidad gobierne en su nombre.

Entonces el reino estará bien gobernado, pero el príncipe correrá el riesgo de ser reemplazado por el gobernador. El príncipe que no sea sabio, como reciba el consejo de varios, oirá pareceres opuestos que no sabrá conciliar. Cada consejero opinará con arreglo a su conveniencia y no podrá distinguir las opiniones aceptables de las que merezcan ser excusadas. Cosa que sucederá siempre porque los hombres son malos si la necesidad no les obliga a ser buenos.

Conviene, pues, que los buenos consejos, procedan de quien procedan, parezcan nacidos del príncipe y no de los consejeros que le rodean.

CAPÍTULO XXIV

POR QUÉ LOS PRÍNCIPES DE ITALIA HAN PERDIDO


SUS ESTADOS Teniendo presentes estas reglas, un príncipe nuevo gobernará con tanta prudencia sus Estados como si fuera príncipe hereditario, porque los actos de aquél se comentan más que lo de éste, y cuando los súbditos gustan de ellos, lejos de atreverse contra el soberano, le estiman más que si fuera señor por derecho sucesorio, pues se preocupan más de las cosas actuales que de las pretéritas, y como las presentes sean buenas, las aplauden, sin consentir mudanzas, defendiendo espontáneamente al príncipe, mientras se conduzca bien. De ese modo al-