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Y en el caso de que los adversarios sean de tal naturaleza que no pueda inspirarte recelo alguno el vencedor, la prudencia aconseja que tomes, sin embargo, partido al lado de uno de los dos, porque causarás la ruina del que debiera salvarlo si fuera avisado de condición. Y el vencedor quedará siempre a tu servicio ya que seguramente triunfa con tu auxilio.

Ningún príncipe debe amigarse con otro más fuerte para combatir a un tercero mas que en el caso de una necesidad absoluta, porque venciendo queda a su discreción, cosa lamentable que debe evitarse en lo posible. Los venecianos se aliaron a Francia contra el duque de Milán, cuando podían prescindir de esta amistad, que fué su perdición.

Pero si no se puede evitar, como no la pudieron evitar los florentinos cuando España y la Iglesia enviaron sus soldados a la invasión de Lombardia, debe el príncipe pactar una alianza para no caer en los inconvenientes de que antes hablamos.

Ningún Estado puede tomar una determinación segura sobre este particular, porque la vida dispuesto tiene que no se rehuya de un inconveniente sin dar de hoz y coz con otro. La prudencia sirve para distinguirlos y para adoptar el mejor de entre los dos.

El príncipe debe ser amigo de la virtud, honrar a los que sobresalen en alguna profesión, alentar a sus vasallos para que ejerzan tranquilamente su misión respectiva, lo mismo en la agricultura, que en el comercio, que en las artes liberales, para que