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el Africa, guerreó en Italia, y ha atacado después a Francia, ejecutando siempre cosas peregrinas que suspenden y enhechizan el ánino de sus vasallos, que, preocupados con la maravilla de tales cosas, no intentan nada contra su rey, porque éste no da paz a la mano en el arte de producirse sin descanso y sin sosiego.

El príncipe debe dar buenos ejemplos a la gobernación interior de su Estado-como los que se refieren del duque de Milán, Bernabé Visconti-, siempre que tenga ocasión de premiar o castigar de manera nada común, y el castigo o el premio puede dejar rastro. Así han de procurar los príncipes que todos sus actos sean famosos y excelentes.

Un príncipe merece aprecio cuando es o excelente amigo o adversario leal, es decir, cuando no tiene reparo alguno en mostrarse favorable o adverso a los planes de otro. Mejor es eso que permanecer neutral. Si dos príncipes grandes, que son vecinos tuyos, se pelean entre sí, has de considerar si el vencedor te puede o no te puede hacer daño. Mira el modo de tomar partido por alguno de los dos y de intervenir en la guerra. Porque si permaneces neutral serás víctima del vencedor, con satisfacción interior del adversario, sin que puedas alegar razón alguna que justifique tu proceder y que te defienda de las garras del vencedor. El que vence no quiere tener amigos sospechosos, de esos que no le amparan en los momentos críticos, y el que pierde no hará caso de tu amistad, cuando pudiste auxiliarle en sus momentos de lucha.