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señores de Turquía y de Egipto, conviene más satisfacer al pueblo que al ejército, porque aquél puede más que éste. Ya digo que prescindo del sultán de Turquía, porque éste tiene a su lado a doce mil infantes y a quince mil jinetes, y como de estas tropas dependen la seguridad y la tranquilidad de su Estado, necesita conservarlas fieles, pese a todos los sacrificios que imponga al pueblo para mantenerlas contentas. De igual modo acontece en el reino de Egipto, también en manos de las tropas, razón por la cual el soldán se ve obligado a contentarlas en todo cuanto piden, sin consideración alguna al pueblo.

El reino del soldán no se parece en nada al de los demás príncipes, con excepción del de la Santa Silla, porque no puede llamarse ni hereditario ni nuevo, puesto que no suceden en el poder los hijos del príncipe muerto, sino que es elegido por los que no ejercen la soberanía. Como es de organización muy vieja, no puede llamarse el de Egipto principado nuevo, que no tropieza con ninguna de las dificultades peculiares de esta clase de principados.

Y aunque el príncipe sea nuevo, el régimen del Estado es muy antiguo y está dispuesto de modo que el elegido puede considerarse como un prínci..pe hereditario.

El que medite cuanto he escrito en este capítulo verá que la causa de la ruina de los emperadores que he citado fué el odio y el desprecio, y comprenderá que, aunque su conducta no fué la misma, para unos fué beneficioso lo que fué nocivo para