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No visto este libro con elocuencia en las frases, ni pompa en las palabras, ni primor en el estilo.

Calidades son éstas que no son de todos; pero yo he querido, además, que o mi libro no tenga mérito extrínseco alguno, o que le hagan agradable la gravedad del tema y la justeza de las observaciones. Y no quiero tampoco que se repute soberbia en hombre de tan humilde condición como la mía la osadía de dar reglas y de dictar normas de conducta a los príncipes que rigen los Estados, porque así como los pintores desde el llano dibujan la montaña y desde el monte componen las perspectivas de los valles y parajes bajos, así creo que para conocer la naturaleza del pueblo hay que ser príncipe y para conocer la de los príncipes hay que ser plebeyo.

Acoja, pues, Vuestra Magnificencia este pequeño presente con la misma buena voluntad que pongo yo al enviárselo, que si lo lee atentamente verá en mí el deseo de que lleguéis a la grandeza que la fortuna y los altos méritos de vuestra persona prometen. Y si Vuestra Magnificencia, desde la altura en que se halla, desciende alguna vez su mirada hacia la humildad de mi persona, verá cuán míseramente sufro el grande y constante rigor de la mala ventura.