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V. Blasco Ibáñez

ciones directas la exactitud de la fábula. Y quedó al descubierto la gran mentira que ha servido de ejemplo moral á los hombres y aún continuará sirviendo, pues la humanidad no deshace camino, ni modifica fácilmente sus ideas elementales.

Fíjese, amigo mío: la cigarra no puede implorar un préstamo para vivir en invierno, por la simple razón de que sólo vive unas semanas y muere en el verano. La cigarra no pedirá nunca una limosna á la hormiga (aunque ésta fuese capaz de concedérsela), porque los granos de trigo y los cadáveres de moscas y gusanos que guarda el negro pirata en los almacenes de su imperio subterráneo de nada pueden servirle. La cigarra no come, chupa. Esta bestia dulce y pacífica carece de mandíbulas y de boca. Su herramienta para la nutrición es una lanza perforada, una trompa sutil, con la que agujerea la corteza de las ramas. Su estómago delicado no puede resistir los cereales y los cadáveres que alimentan á la hormiga, bestia feroz de quijadas triturantes y patas cortadoras. Música del sol, habitante de las alturas, poeta del follaje, se nutre únicamente con el vino de la Naturaleza, con la savia que circula por las arterias de los árboles. La cigarra no ha ido nunca en la realidad al encuentro de la hormiga. La ignora ó huye de ella como de un enano grosero y maléfico. Es la hormiga la que la busca y la acecha para aprovecharse de su trabajo.

Ya ve cuán lejos estamos de la fábula ofensiva para la moral y la verdad, y cómo se transforman radicalmente los caracteres de sus protagonistas.

Cuando la primavera empieza á caldear el suelo, se animan las larvas que depositaron las cigarras muertas en el año anterior. Surgen de las entrañas de la tierra por un pozo circular que abren trabajosamente; se izan