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rados se lanzaron , para llegar á la mesa del festín por la puerta de la apestasía. Soldado entusiasta de la libertad , luchó sin tregua con la palabra y con la pluma en cuantas lides se em peñaron con la reacción; y una vez acordado el retrai miento de progresistas y demócratas, tomó parte en todas las conspiraciones con los infatigables revolucio narios Castelar, García Ruiz, Becerra y otros no me nos ardientes patriotas. Llegó el 22 de junio de 1866; el general O'Donnell se hallaba al frente del -gobierno, y los hombres de la unión liberal , que dormían tranquilos y confiados en sus propias fuerzas, despertaron al estampido del canon revolucionario. Breve pero tremenda fue la lucha y varias las causas que contribuyeron á hacer estéril el esfuerzo noble y generoso de un puñado de valientes. Entre los mas osados y entusiastas agitadores de aquel movimiento insurreccional, hallábase don Cristino Martos, que hasta el último instante de la desigual pelea anduvo recorriendo las barricadas del barrio de San Ildefonso, animando á los sublevados con su palabra y con su ejemplo. Vencida al fin la insurrección , en que sucumbieron innumerables víctimas, sacrificadas al furor de los que se creían eternos en el poder, el consejo de guerra impuso pena de muerte a cuantos habían tomado par te en la lucha como jefes del movimiento , compren diéndose en esta terrible sentencia al jóven demócrata, cuya biografía nos ocupa, y que, como lodos sus dig nos compañeros hubiera sufrido la horrible suerte de morir en un afrentoso patíbulo, si algunos amigos ge nerosos no hubiesen acudido á salvarlos, proporcio nándoles los medios de refugiarse en país estranjero. Estraña coincidencia : los mismos hombres que en tonces combatieron la insurrección ; los que arriesga ron su vida por sostener la causa injusta de una reina perjura é ingrata, habían de ser los primeros en con tribuir más tardé á derribar para siempre al ídolo, ante el cual se habían humillado, porque a su vez tuvieron que sufrir las consecuencias de su ingratitud y su perlidia. Coaligados con los mismos liberales , lanzados por ellos á tierra estraña , y animados del mismo deseo, de las mismas aspiraciones que dos años antes habían combatido , uniéronse ante el peligro común bajo la sombra de una misma bandera, y dieron el grito de insurrección en las playas de Cádiz , grito que resonó con entusiasmo hasta en la cumbre del Pirineo, y á cuyos ecos huyó despavorida la intolerante y fanática turba de improvisados tiranuelos que habían esquil mado y oprimido á la noble nación española. Después de dos años largos de emigración , pasados en la libre Helvecia, en la Francia humillada y por úl timo en el hospitalario suelo portugués, á los primeros albores de la revolución de setiembre, regresó Marios al seno de la patria, á tomar una parte activa en el movimiento regenerador que basado en los principios democráticos acababa de inaugurarse. Establecidas las Juntas revolucionarias para concen trar la acción popular y dar vida y forma á las aspira ciones por todas partes' manifestadas, Martos contribu yó en la de Madrid á la organización de las fuerzas revolucionarias, y como presidente de la Diputación provincial y uno de los hombres más importantes del partido democrático, aun á riesgo de abandonar los asuntos de su propio interés , se consagró del lodo á los de la patria. Propuesto con el señor Rivero para ministro del Gobierno provisional , tuvo como aquel la suficien te abnegación para no aceptar tan honroso cargo. Y aquí se nos presenta la ocasión más oportuna de esplicar la conducta de estos dos ilustres patricios , asi como la del señor Becerra, demócratas los tres, desde que en España se pronunció este nombre y empezó á tomar vida la idea: conducta defendida tan heroica mente por los partidarios de la monarquía democrática, como combatida por los de la república, á cuyo plan teamiento y estabilidad contribuyen también aquellos, aunque por otro camino, quizás más largo, pero indu dablemente más seguro. No puede exigirse á todos los hombres la misma se renidad de espíritu, la misma calma imperturbable, la misma profundidad de miras que todos reconocen en este pequeño pero importante grupo, para colocar se en el terreno verdaderamente escabroso en que se hallan, abrazados al timón de la nave revolucionaria, para que no se estrelle contra los escollos de la reac ción, ni se engolfe en mares desconocidos , antes de hacer las convenientes exploraciones para fijar el der rotero. En vano la impaciencia de las falanjes republicanas se esforzará en hallar contradicción entre los antece dentes de este grupo y la conducta que hoy observa: el tiempo y solo el tiempo se encargará de probar quién ha elegido el mejor camino, para llegar sin trastornos al establecimiento de la república, bello ideal político de cuantos se hallan agrupados bajo la sombra de la ban dera democrática. No se tendría por más cuerdo al labrador que con fiase á la tierra la semilla en el mes de agosto, creyen do recojer antes la cosecha, que al que, más conocedor

de las prácticas y conveniencias agrícolas, esperase la llegada de octubre ó noviembre, preparando entre tan to el terreno con oportunas y fecundantes labores. Asi como no se utilizaría mejor, para el riego de un pra do, el torrente desprendido de la montaña, dejándole correr desde luego con su ímpetu devastador, que de teniendo un tanto su curso, hasta tener formados los canales, por donde hubieran de dirigirse las aguas á producir sus benéficos y naturales frutos. Perdonen nuestros lectores esta digresión hija de nuestro buen deseo de presentar esta cuestión can dente bajo su verdadero punto de vista, que es el de la oportunidad, y vamos desde luego á concluir estos ligeros apuntes biográficos. En los momentos en que escribimos estas líneas , el señor Martos ocupa un elevadísimo y merecido puesto en la Asamblea constituyente, á la que ha sido envia do por la circunscripción de Ocaña, su distrito natu ral, en la provincia de Toledo. Propuesto por otras tres circunscripciones, se ha negado á figurar en nin guna otra más que en la suya propia, ejemplo raro de sobriedad en aspiraciones múltiples y perjudiciales, que no suelen imitar los hombre políticos, llevados en su mayor parte de una vanidad mal entendida y per judicial siempre para los electores. Los de Madrid, á Íiesar de no presentarse el señor Martos en ninguna de as candidaturas patrocinadas por los comités, Te hon raron con un número de votos, suficiente á probar sus grandes simpatías en la población, y la posibilidad de su triunfo caso de habersé intentado. El hombre en todas las esferas refleja á su pesar lo que es en el hogar doméstico, y en la vida íntima de la familia. Don Cristino Martos, que es un modelo de padres, de esposos y de amigos, no podía dejar de ser ciudadano probo consecuente y honrado. No solo es la posteridad la que hace justicia al mé rito verdadero: el señor Martos goza entre sus con temporáneos de una opinión envidiable. Como juris consulto, es una de las primeras humbreras del foro español; como hombre político, preside,la Diputación provincial y es segundo vicepresidente de la Asamblea, la prensa periódica insiste un dia y otro en designar le como futuro ministro de Gracia y Justicia. Pocos hombres á su edad habrán alcanzado premio tan justo y tan glorioso á su honradez, á su talento, á su labo riosidad y á su patriotismo. J. M. G. de Alba.

DE LAS PIEDRAS PRECIOSAS ENTRE LOS ROMANOS. El gusto por los espléndidos trages, los ricos adornos, y de consiguiente por las piedras preciosas, fue impor tado del Asia á la Grecia y de ésta á Roma. Los griegos, como los mas próximos vecinos del Asia, fueron los mas sujetos al contagio del lujo, sirena engañadora que civilizó á los romanos para después precipitar su imperio, opinión que, admitida por todos los historia dores, se verá .confirmada en la interesante monografía que ofremos á nuestros lectores. La gola de Alejandro cubierta de piedras preciosas, y su manto bordado de oro y prendido de joyas , nos demuestran que también el héroe macedonio participó de la flaqueza afeminada de los persas. Entre los roma nos el lujo dató, en realidad, de la conquista de Macedonia por Paulo Emilio. Elpais, cuna de las artes, sometido por las victoriosas armas de los romanos, refinó el gusto y pulió las cos tumbres de sus invasores. El oro , la plata , las sedas, los perfumes, las perlas, las piedras preciosas y la púr pura y escarlata de las voluptuosas regiones del Orien te, de la zona tórrida africana, y aun del aterido Norte, reunidos dentro de sus muros por la industrustriosa Cartago, provocaron en los austeros romanos nuevos gustos, nuevos placeres, nuevas necesidades, y des pertaron en ellos aquella insaciable sed de riqueza, comparable sólo á la de dominación y de gloria que les abrasaba. Las subsiguientes presas que Pdnpeyo y Lúculo hi cieron, llenaron á Roma, á la vuelta de sus ejércitos, de tantas modas de lujo y costumbres orientales, que para muchos autores data de aquella época el origen de la suntuosidad de los romanos, quienes muy luego esce dieron en exageración, sino en buen gusto, á las na ciones de donde tomaron aquellas novedades. La pa sión por las piedras preciosas, especialmente, les con dujo á las mas desatentadas ostravagancias. Una colección de joyas tenia en Roma el nombre de dactylotheca . Scauro, yerno de Sila fue el que poseyó la primera, formada probablemente de los despojos he chos por su suegro. Durante mucho tiempo no existió ninguna otra, hasta que Pom peyó, elGrande, entreoirás ofrendas , consagró en el Capitolio la que había perte necido á Mitrídales , y que aventajaba en mucho á la de Scauro. Además de rubíes, topacios, diamantes, es meraldas, ópalos, ónices y otras joyas, notables por su brillo y magnitud, aquella dactylotheca, la más rica y lujosa de los principes vencidos por los romanos, con

75 tenia un gran número de anillos, sellos, brazaletes y cadenas de oro de un esquisito trabajo. Esta grandiosa esposicion quedó, sin embargo, oscu recida al lado de las maravillas de arte y de la natura leza que se vieron en el tiempo de Pompeyo , entre las cuales eran las más importantes las siguientes:—Un juego de ajedrez con todas sus piezas de oro engastadas de pedrería; treinta y tres coronas de perlas; la famosa Sarra de oro de Aristóbulo, apreciada por el historiaor Josefa en 500 talentos («J. 120,000 reales); el trono, y cetro de Mitrídales; su carro resplandeciente de oro y pedrería, que había pertenecido a Darío. El empera dor mismo compareció con un manto bordado de oro y joyas, que se dijo ser el que había pertenecido á Ale jandro. Después que estas maravillas hubieron des lumhrado al pueblo romano, se pusieron en parada las armas de Mitrídales, cuyo esplendor eclipsó todo cuan to se había visto hasta entonces. La diadema y funda de la espada del vencido monarca , ambas totalmente cuajadas de magnífica pedrería, no aparecieron en la procesión por haber sido robadas : la funda sóla costó (7.640,000 reales) 400 talentos. César , siguiendo el ejemplo de Pompeyo , consagró á Venus Genitríx seis aactylathecas, y una Marcelo, hijo de Olimpia, á Apolo Palatino. Augusto presentó en un sólo dia en el templo de Júpiter Capitolino 16,000 libras de oro en barras, y piedras -preciosas por valor de 10.000,000 de sextercios. La descripción que hace Lucano en la Farsalia del salón en que Cleopatra dió un banquete en honor de César, nos parecería una invención poética, sí tan por tentosa suntuosidad no se viera confirmada por el tes timonio de la severa historia. Columnas de pórfido, pórticos de marfil , pavimentos de ónix , umbrales de concha con una esmeralda engastada en cada una de sus manchas ; muebles incrustados de jaspe amarillo, divanes adornados de pedrería , encantaron los ojos del laureado romano, mientras que su corazón y su entendimiento se sintieron subyugados pof la belleza de su régia huésped, cuyas gracias realzaban ricos despo jos del Mar rojo, y en cuya frente brillaba un tesoro de joyas de una gran série de Faraones. Con tal con junto y entourage, no es maravilla que la Circe orien tal obtuviese tan fácil triunfo sobre César y Antonino, grandes maestros en el arte de la guerra , pero semi bárbaros comparados con los suntuosos hijos de aquel país de refinada voluptuosidad. Una vez introducido en Roma, el lujo hizo rápidos progresos. Pieles de Scitia y tapices de Babilonia; ám bar de las riberas del Báltico al Danubió, y piedras pre ciosas; sedas y aromas del Oriente , eran importadas á cambio delapíata y el oro, del imperio. La pérdida anual en este comercio se computó en 80.000,000 de reales,, y sin embargo el producto de las minas suplía abun dantemente las demandas del comercio (1). No obstante los edictos con que trató de reprimir la locura de los demás, César era un infatigable colector de piedras preciosas, vasos cincelados, estatuas, pin turas, etc., especialmente de las obras de antiguos y famosos artistas. La cantidad de joyas de que César debió de disponer, no hay duda que pudo ser enorme. Calígula construyó barcos enteramente de cedro con las popas incrustadas de piedras preciosas: estas de bieron, ser piedras finas, Liles como el ónix. El manto del emperador estaba cargado de piedras preciosas y bordados de oro, é Incitatus, su caballo favorito, salía cubierto de mantillas de púrpura y llevaba un collar de perlas. En la casa de oro de Nerón , los entrepaños eran de nácar incrustado de oro y piedras preciosas. En los grandes juegos instituidos por este emperador , se ar rojaban diariamente al pueblo como cosa de mil bille tes de una lotería, cuyos premios consistían en gran número de pájaros , vasos de varias clases , trigo , oro, plata, trajes, perlas, piedras preciosas y pinturas ; y en los últimos tiempos llegó á haberlas de buques, casas y tierras. Pero en el reinado de Antonino fue cuando el lujo llegó á su más alto grado de exageración. El lujo en edificios, jardines, muebles, banquetes y vestidos, ha lló historiadores que lo ensalzaron ó ridiculizaron des de los tiempos de Augusto ; pero Plinto fue el primero que habló de las piedras preciosas. Cuando el furor por las joyas llegó á su apogeo, va no bastó á satisfacer la vanidad de aquellos duenos del mundo que sus aderezos fuesen apreciados en razón del trabajo artístico y belleza de las piedras preciosas, sino que era menester la jactancia de poseer esta 6 aquella, de tal ó cual ilustre origen. Un anillo, un vaso, una sarta de perlas ó un camafeo , era preciso que por su genealogía ascendiesen hasta Cleopatra, Antonino ó algún otro insigne personaje. Esta vanidad dió á Marcial materia para un epigrama. Los hombres y las mujeres competían en su pasión por las joyas. Plinio refiere indignado que las mujeres, no contentas con usar adornos de oro en la cabeza . brazos , trenzas, dedos, orejas y cintura ; llevaban collares de perlas en su seno y dormían con ellos, como para no separarse nunca de sus queridas joyas. Se lamenta además de que llevasen adornos de oro (I) Cibbon. Decline aiid ftU of Rome.